En el Hollywood de los 50, un grupo de amigos entre los que se encontraba Bogart y Sinatra, recibió el mote de “rat pack” de parte de la mismísima Lauren Bacall. Ese nombre ha sido sinónimo de glamour y buena música. Ahora lo transformamos en vampiresas que cantan bien pero que se pierden en la narración.
DRAC PACK es un espectáculo a medio camino entre el musical y el concierto. Un show difícil de etiquetar. Con grandes aciertos y momentos pero con flaquezas que pesan en el desarrollo. Entre las bazas, la música en directo y las voces de las intérpretes, a saber: Nawja Nimri, Alba Flores, Kimberley Tell y Anna Castillo. Entre las flaquezas, una historia que no se sigue, un ritmo que decae demasiadas veces, y un escenario demasiado grande para la intención del espectáculo.
Nawja se postula como protagonista de esta historia de vampiros. Su entrada es de lo mejor del espectáculo. Lástima que luego el carisma del personaje se diluya entre frases que confunden y lastran el desarrollo. Se pierde demasiado pronto el interés en el texto y en la historia a contar. Al final, lo que el público parece demandar es que nos canten más y nos hablen menos.
Las interpretaciones musicales son el punto fuerte de este montaje. Las versiones de clásicos de los 50 y 60 son una genialidad. Se cuela incluso una versión de “Personal Jesus” de Depeche Mode que en la voz de Nimri es una delicia absoluta. Las cuatro actrices tienen momentos fantásticos en solitario y algún dueto genial. Se echa de menos una interpretación explosiva de las cuatro juntas.
A mi entender este show pierde genialidad en el escenario del Teatro de la Luz Phillips Gran Vía. El escenario se les queda disperso, y por si fuera poco, nos empeñamos en poner a la banda a los extremos, y algunas interpretaciones las colocamos fuera del escenario. Al final la vistosa escenografía de Alessio Meloni se queda demasiado solitaria. El show ganaría en intensidad en una sala más íntima. Con esas vampiresas susurrándonos al oído esas buenas versiones. Hay una originalidad indiscutible en la propuesta, pero se agradecería más transgresión, más chispa y menos intensidad dramática de frases elevadas y sentencias inconexas. El punto cómico recae en Anna Castillo que pulula por ahí con soflamas divertidas, pero que se diluyen ante la falta de reciprocidad cómica del resto. Las cuatro están fantásticas, cada una en su papel, pero el pegamento que las ha de unir en la intención, parece desaparecer en los primeros compases del espectáculo.
Al final se disfruta de unas originales versiones de grandes temas. Nos olvidamos de la historia de las vampiresas y queremos más canciones. Una propuesta que debería ser y podría ser mas transgresora y divertida. La calidad está, pero falta un buen envoltorio para que termine de mordernos en la yugular y nos seduzca del todo.
Crítica realizada por Moises C. Alabau