La Seca se convierte de nuevo en la ilusoria buhardilla, espacio físico y punto de encuentro sentimental, donde LA BOHÈMIA despliega toda su áurea poética, nostálgica y romántica, de la mano de cuatro intérpretes extraordinarios que se enfrentan al amplio repertorio con total desenvoltura y despreocupación.
En un primer momento, el espacio escénico de la sala Leopoldo Fregoli se muestra prácticamente desnudo, con algunos elementos de utilería muy concretos. No habrá una escenografía al uso pero el vacío de la sala permitirá que nos fijemos en los objetos: la cama, las mesas de algún café de la época, los lienzos… Todos ellos configurarán una sutil puesta en escena de la letra de “La bohème” de Charles Aznavour y Jacques Plante. De alguna manera, tanto estos objetos como la interacción de los intérpretes con los mismos, así como su movimiento y el orden de los títulos que conforman el repertorio elegido tomará sentido trascendiendo las fronteras del concierto escenificado. El recorrido por todos los estados anímicos lo experimentaremos al mismo tiempo que los intérpretes, canción a canción. Vivencia a vivencia.
Léo Ferré, Jacques Brel, Edith Piaf, los citados Charles Aznavour y Jacques Plante, Hubert Giraud, George Moustaki, Michel Emer, Henri Alexandre Content, Charles Dumont, Louis Guglielmi, Norbert Glanzbert, Michel Rivagauche, Marguerite Monnot, Michel Vaucaire… La simple lectura de estos nombres juntos ya provoca una impresión y excitación considerables. El repertorio no es por conocido menos arriesgado y aquí encontramos el gran triunfo del espectáculo: no amedrentarse ante las legendarias versiones que ya hemos escuchado de estas canciones. Los intérpretes se apropian y trabajan a fondo cada texto para ofrecer una versión genuina que mientras sucede ante nosotros nos parecerá única y perfecta. A añadir al universo de grandes artistas que las han cantado.
La juventud de los intérpretes juega muy a favor del resultado final de la propuesta. Cantarán al amor y al desamor. A su momento culminante y las dificultades tras el desengaño. Al arte y a la necesidad vital de expresarse a través de él. Esta característica permitirá que tengamos la sensación de vivir la bohemia en primera persona y en presente, con ellos. Juventud pero no inexperiencia ya que los tres son capaces de mostrar todo el recorrido hasta llegar a la conmoción final. No sería justo destacar una canción pero “L’acordionista” de Xuel Díaz, “No em lamento de res” de Víctor Vela” y “Fills de…” de Úrsula Garrido. consiguen (además de la perfecta interpretación de los poemas o textos recitados) desarmarnos por completo. El sueño de todo enamorado del género de compartir algo tan íntimo de la mano de unos artistas que integren canto e interpretación con este esplendor, aquí sucede. Qué suerte presenciar esta constatación.
Agustí Humet firma la dirección y dramaturgia del espectáculo. LA BOHÈMIA supone ante todo un canto de amor tanto al teatro como a la música. La adecuación y sensibilidad para traducir y adaptar pocas veces se alinean con el material de partida, con su cadencia y su significación, con tanta finura, ternura, delicadeza y piedad. Hacia los protagonistas de las letras, hacia los intérpretes y hacia el auditorio. El nivel de implicación se mantiene en la dirección de los actores y en la musical. No hay pequeño formato cuando las resonancias evocadoras del material escenificado alcanzan estas cotas de perfección. El equipo consigue lo imposible en tantos otros montajes y es que la magia del viaje en el tiempo exista, no tanto como algo cronológico, sino físico y sentimental.
Finalmente, la selección y la emocionante dramaturgia lograda por Humet a través de sus, una vez más, maravillosas adaptaciones, así como los arreglos y la entrega e interpretación de los cuatro (mención también para el acordeonista Joan Muntada, excelente), consiguen que nos atrevamos a contradecir al mismísimo Aznavour cuando cantaba aquello de “ça ne veut plus rien dire de tout”. Durante la hora que dura la representación, el sentimiento de pertenencia y atesoramiento del ideal bohemio vuelve a tomar todo su sentido y significado. Realmente, podemos sentirnos muy orgullosos y afortunados de contar con unos artistas capaces de transmitir su pasión y compromiso con el material representado de un modo tan completo y excepcional.
No es habitual, cuando se muestra un talento similar, la preservación de un nivel de sencillez, espontaneidad, sinceridad y apasionamiento como los que encontramos en este espectáculo. La confianza con la que nos despojamos de cualquier mecanismo de defensa es total desde el primer momento y, sin duda, no hay mayor triunfo para una función que convierte la nostalgia al tiempo presente. Muy probablemente, la mejor muestra de teatro musical que disfrutaremos esta temporada.
Crítica realizada por Fernando Solla