La leyenda de EL HOLANDES ERRANTE recrea escenas de barcos fantasma, maldiciones, amores eternos y pasiones que naufragan. Richard Wagner creó una ópera magistral basándose en un traumático viaje en barco y en la conocida leyenda.
Richard Wagner estaba endeudado al máximo cuando planeó escapar de Riga a París. Para ello se embarcaría a bordo del Thetis, un navío que le llevaría a Londres en ocho días, de ahí podría llegar a París fácilmente. Pero la cosa se torció. Una gran tormenta arrojó el barco hacia las costas noruegas, y lo que iba a ser una placida travesía se convirtió en una pesadilla de viaje que duró tres semanas. Esa experiencia hizo mella en Wagner. Tomando la conocida leyenda del barco fantasma conocido como EL HOLANDES ERRANTE creó una poderosa partitura que dio inicio a la etapa madura del compositor alemán.
Llega al Teatro Real una producción colosal en lo escénico, con una brillante orquesta y cierta monotonía en las interpretaciones. Wagner imaginó una tremenda historia de desesperación. La desesperanza del HOLANDES ERRANTE, al verse condenado a vagar para siempre hasta que consiga una mujer que le sea fiel. Cada siete años tiene la opción de volver a tierra e intentarlo. Una tormenta le lleva a atracar junto al buque del Capitán Daland, que tiene una hija. El desgraciado holandés ofrece una fortuna por ella, con lo que se arreglan las nupcias. Senta, la hija, vive obsesionada con la historia del HOLANDES ERRANTE, que poco se imagina ella que su padre acaba de entregarla al mismo. El problema es que Senta tiene un pretendiente, y esto desencadenará la tragedia.
Hablemos por orden de lo que menos me gustó a lo que más. Samuel Youn en su papel de El Holandés, tremendamente plano, como sin la potencia requerida, engullido en la tremenda escenografía. En sus dúos con Senta, muy por debajo de lo esperado. Por el contrario Ricarda Merbeth, que interpreta a Senta, a la que en los primeros compases se la ve pequeña, va creciendo hasta conseguir los momentos más bellos del montaje. Domina el espacio, se va liberando a medida que pasan los minutos. El Coro, que tiene una gran presencia en esta ópera está sublime. El tercer acto, contiene la escena de la bienvenida de los navegantes y los festejos. Todo un derroche de un coro muy bien dirigido y entregado. Pablo Heras-Casado recibe una merecidísima ovación por su dirección musical. Un trabajo de equilibristas.
La escenografía planteada por Alex Ollé de La Fura dels Baus es apabullante. Con el identificable sello de La Fura consigue estar equilibrada entre el exceso y la justa medida. La proa del barco que atraca en el escenario es todo lo grande que puede llegar a imaginarse. El óxido del barco casi se huele. Un desierto industrial, piratas y tejedoras de redes se mezclan entre los kilos de arena esparcidos en el escenario. Un planteamiento entre rudo y amable, donde un padre puede vender a su hija por dinero, y esta a su vez cumplir su sueño de amar.
EL HOLANDES ERRANTE que nos brinda esta temporada el Teatro Real está sin duda entre las mejores propuestas que llevamos de temporada. Una gran velada Wagneriana para viajar a mundos de buques fantasma, maldiciones y amores eternos.
Crítica realizada por Moises C. Alabau