Hace 27 años que Fabià Puigserver dirigió LES NOCES DE FIGARÓ en el Teatre Lliure de Barcelona. Ahora, con motivo del 40º aniversario de la fundación del teatro, se presenta la reposición del mismo montaje en la sala que lleva su nombre (Sala Fabià Puigserver) y que en esta ocasión dirige Lluís Homar, quien entonces representó al propio Figaró.
Creo que este montaje queda muy bien resumido con la reflexión de Homar al recoger el testigo todos estos años después: «Desde el más grande respeto al montaje, y con un profundo agradecimiento a todo lo que el Lliure me ha dado a lo largo de tantos años, me pongo ilusionado a procurar volver a llenar de vida un montaje lleno de aquello que para Fabià significaba el teatro: juego, generosidad, sabiduría y un grandísimo amor y espíritu de servicio hacia al público».
Creo que cualquiera que vaya a verla, estará de acuerdo con que todo eso es lo que nos encontramos en esta reposición, siendo que la dramaturgia de Caron de Beaumarchais ya tiene mucha parte de ello. Juego entre los personajes y hasta con el público. Generosidad por la entrega en la interpretación, la escenografía y el vestuario de este espectáculo tan completo. Sabiduría en términos de guión, pero también en el trabajo previo de elección de actores y atrices perfectamente idóneos para sus personajes. Y un grandísimo amor y espíritu de servicio al público que siempre, por norma general, solemos respirar en las obras en las que su equipo artístico (desde el actor principal, hasta el menor de los ayudantes de escena) se toma en serio su profesión. En este caso, también se aprecia ese respeto hacia la obra y hacia el público.
La escenografía es una única, que evoca los patios andaluces con arcos entre mudejar y andalusí, que se convierte en diferentes ambientes tan solo a base de unos pequeños cambios de mobiliario e iluminación. Por ahí pasan la futura habitación de Figaró y Susanna, la habitación de la condesa, el salón principal, o los jardines de palacio.
El vestuario es impecable, donde no se ha escatimado hasta el más mínimo detalle en todos y cada uno de los personajes, lo que consigue darle más credibilidad y elegancia al montaje.
Y el elenco, como decíamos antes, demuestra que se ha buscado (y conseguido) el idóneo para esta segunda ocasión en que el Lliure estrena la obra. Todos los actores están perfectamente a la altura, con la naturalidad que una dramaturgia escrita en el 1778 permite y el punto necesario de humor para esta comedia de cinco actos. Un grandísimo Joan Carreras, quien hemos visto en interpretaciones de lo más variopintas, pero que defiende con garra y con su tremenda voz el papel del conde celoso al que todo el mundo toma el pelo. Y a su lado, a la misma altura, un Marcel Borràs haciendo las veces de un Figaró avispado, sinvergüenza y enamorado que conseguirá a toda costa casarse con su amada Susanna, interpretada por una bellísima y simpática Mar Ulldemolins. Posiblemente los mejores momentos de humor nos los dan Pau Vinyals, el paje Querubino, y Eduard Muntada, como Antonio. El resto del elenco (8 actores más, un amplio elenco) encajan a la perfección. No se ve desequilibrio alguno en ningún momento, por flaquezas o carencias de alguno de ellos.
Lluis Homar puede sentirse satisfecho, porque aunque seguramente mucha parte del público que vaya a ver LES NOCES DE FIGARÓ no viera el montaje emblemático del 89, estoy convencida de que su reestreno es totalmente digno tal y como se ha llevado a escena en un teatro al que admiro y respeto como es el Teatre Lliure.
Crítica realizada por Diana Limones