Charles Dickens es un autor que cuyo valor literario está fuera de toda duda. Sus obras han sido adaptadas al formato teatral en numerosas ocasiones pero, curiosamente, a nivel autóctono se suele limitar al autor al público infantil. El Maldà rompe esta tradición con la programación de un musical acorde al espíritu del autor y dirigido a un auditorio más heterogéneo.
Adaptando la localización victoriana del original a la actualidad más inmediata y occidental, la propuesta se beneficia en todo momento de su atmósfera bromista sin perder nunca el norte de la historia que se quiere contar. Los intérpretes nos trasmiten en todo momento las características prototípicas de sus personajes de cuento, así como su efecto catalizador del relato dickensiano.
La escenografía de Xavier Vila consiste en reducir los elementos de utilería a la mínima expresión. Lo justo para que la funcionalidad de las escenas y la evocación de espacios tangibles pueda comprenderse y para facilitar a los intérpretes su movimiento. Esta decisión supone un gran acierto que, una vez más, sabe aprovechar las características específicas de la sala. Sus tres puertas están perfectamente integradas en la acción y en la propuesta escenográfica y el uso de el sistema de humo para crear la atmósfera más onírica está muy bien utilizado. Siempre en la cantidad y en el momento precisos, generando la inmersión necesaria del público en todo momento. A este nivel, la iluminación de Joan Gil funciona en el mismo sentido, amplificando la función estética de la función y enfatizando en el tono dramático de cada situación, especialmente en los momentos humorísticos.
La selección musical es curiosa y siempre integrada en la dramaturgia escogida para trasladar la obra de Dickens a nuestra actualidad. En su doble labor, Jofre Bellés Alsina ha sabido crear un espectáculo compacto y con entidad propia. Si bien no se profundiza excesivamente en el manuscrito original, lo cierto es que tampoco se usa como excusa para introducir los números musicales. Aquí es donde la dirección de Maria Voronkova se manifiesta positivamente. El libreto es amable y, si se quiere, anecdótico, pero también compacto y consistente como unidad. No desvelaremos aquí los títulos escogidos, pero la mezcolanza entre la crítica del texto original hacia el capitalismo industrial del siglo XIX y canciones de musicales contemporáneos es excelente. La moraleja del cuento persiste y se muestra con fidelidad y sin adoctrinamiento y las versiones resultan sorprendentes y acomodadas a la lógica del relato.
La ejecución por parte de los intérpretes termina de redondear el espectáculo. Tanto David Anguera como Jofre Bellés están muy bien situados en su rol cómico y lo ejecutan más allá del tópico bufonesco. A su vez, Miguel Ángel Sánchez sirve con buen gusto, energía y presencia escénica al personaje más serio de la función. Los tres integran texto y canciones en el desarrollo de sus personajes de manera fluida y con una dicción que siempre llega al espectador. En este terreno, sorprende la ejecución en el canto de Lluna Pindado, tanto por la potencia como por el color de su voz. La decisión de cantar sin micrófono no sólo genera y amplifica la sensación de verosimilitud sino que nunca parece molestar a ninguno de sus intérpretes, a pesar de la dificultad que esto conlleva, ya que sus voces se complementan a la perfección con el piano, único instrumento en escena.
En definitiva, una propuesta interesante y muy bien servida por todos los implicados en su producción y puesta en escena.
Crítica realizada por Fernando Solla