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01.12.2016 Críticas  
El pasado, el futuro, todo a la vez

Deberíamos empezar a hablar del universo Messiez como un estilo teatral. Pablo Messiez, uno de los dramaturgos más interesantes de los últimos años, nos lleva a una historia entre irreal y onírica. Entre la pesadilla y la redención. Pasado y futuro se unen cada noche en la zapatería del señor Flores.

Cuenta Pablo Messiez que se ha inspirado en su propia historia familiar para dar vida a TODO EL TIEMPO DEL MUNDO. Historia que requiere del espectador un trabajo de disociar el sueño de la realidad, el futuro del pasado. En unos primeros compases el trabajo puede resultar confuso, si bien el interés no decae. Es difícil no empatizar con Héctor, el protagonista propietario de la zapatería de señoras Flores. Cada noche, cuando se queda solo en la tienda, se le presentan unos misteriosos personajes que le revelarán hechos de su pasado y de su futuro. Esas revelaciones que en un principio son simpáticas, provocaran el desconcierto en nuestro protagonista. Llegará el punto en que todo el tiempo se congregará en un solo instante. Esa fabulosa posibilidad es la clave del texto. Si tuviéramos al alcance de la mano todos los recuerdos del pasado, no solo los recuerdos compartidos, también los más íntimos, los que nadie más sabe. Si pudiéramos ver a los personajes de nuestro futuro. Si todo eso lo juntáramos en un instante, en una noche. Cuanto cambiaría nuestra percepción del tiempo y la existencia.

La escenografía montada en la sala Max Aub de las Naves del Matadero es de un preciosismo inusitado. La recreación de esa tienda evoca la nostalgia al primer vistazo. El vestuario está cuidado con un mimo y detalle asombrosos. La iluminación perfecta. Un lujo. El elenco luce por todo lo alto. A destacar el papel protagonista interpretado por Iñigo Rodríguez-Claro, todo el tiempo en escena, va del desconcierto a la revelación. Un trabajo impecable. Su epílogo es toda una confesión en la que muchos nos sentimos identificados. Nada afectado, pero terriblemente emotivo. María Morales encarna a la empleada de la zapatería. Guarda una sorpresa que no vamos a revelar, pero su personaje es tan entrañable que nos lo llevaríamos a casa una vez terminada la función. El resto del elenco interpreta con cariño esa retahíla de personajes que le contarán a Héctor esos recuerdos que aunque nunca se hayan contado, ahí están.

No es una obra fácil, hablamos de Messiez, de su universo. Requiere que los espectadores hagamos el esfuerzo de dejarnos seducir por una historia que parece convencional, pero que evidentemente no lo es. En algún momento la realidad me sacó de la historia. El momento en el que el personaje interpretado por Javier Lara irrumpe con su disertación exacerbada sobre ciertos órganos de la anatomía humana me descolocó profundamente. Aún hoy no consigo encajar ese personaje en la historia.

TODO EL TIEMPO DEL MUNDO necesita de tiempo para su digestión y comprensión. Se plantean una serie de preguntas intrigantes a las que cada uno dará su acertada respuesta. Yo me quedo con esa frase del protagonista: “Mañana nazco”. Poderosa afirmación que cambiará el universo personal del personaje.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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