THERE WAS A FIESTA! AT CARNEGIE HALL en el Teatre Tantarantana y nosotros tuvimos el placer de asistir. Se hicieron cortos los 70 minutos trepidantes de música en los que, a modo de comedia, nos cantan a ritmo de jazz el drama de una pareja de artistas españoles, Patty Lemon y Martin Benner, que en los años 40 y 50 tuvieron que escapar de la censura para poder: cantar.
Todo empieza con ella y su maravillosa voz donde, sin importar si es copla o si es jazz, inunda el espacio con su sonrisa y expresividad. Él, apuesto y dedicado, la acompaña fielmente dejando entrever la complicidad que les caracteriza. De esta manera, nos presentan a Paquita Pichardo Limón y Josep Martí i Benet, quiénes se conocen en Tánger en un espectáculo dedicado a Los rincones de nuestra España.
Castigados por la censura del franquismo, la obra nos lleva por un recorrido del precio de sus sueños, la ilusión de subir a un escenario, y la desesperación de salir huyendo de él ante las sirenas de la policía. Establecidos en Barcelona hasta que les llega la hora del exilio, parten en una aventura hacia las américas, donde van a probar mejor suerte, que combinan con versiones y ritmos hispano-latinos y americanos. Así, esta luchadora pareja, convertidos ya en Patty Lemon y Martin Benet, atraviesan el nuevo continente hasta llegar a la legendaria sala Carnegie Hall de Nueva York, en el que realizaron un único concierto.
El entusiasmo de ella, la galantería de él, y la pasión de ambos nos embaucan en la historia de sus éxitos y olvidos. Castellano, catalán e inglés. Guitarra, batería y contrabajo. Música, voz y humor. Energía, pasión y ritmo. Un conjunto de tríadas que emanaron emociones desde el minuto cero hasta la caída del telón.
Una interpretación impecable en la que conquistan al público con impresionantes versiones de grandes temas como “Such a night” de Elvis Presley, con el que abrieron el magnífico espectáculo, “Granada” de Agustín Lara, “Malagueña Salerosa” de Chingón, y “SpanishLullabay” de Madonna, para despedir a un teatro boquiabierto.
Imposible no seguir el ritmo con los pies durante toda la obra, y si te despistabas, el resto del cuerpo acompaña el guion con disimulados movimientos que te despegan de la butaca, contagiando por su música y energía. Sin duda, un espectáculo de los que hay pocos.
Crítica realizada por Milena Vázquez