Por fin ha llegado. Ya tenemos nuestro montaje de uno de los musicales más aclamados de la última década. EL DESPERTAR DE LA PRIMAVERA se instala en el Teatre Gaudí de Barcelona y se convierte en la que, muy probablemente, sea una de las visitas obligatorias e imprescindibles de esta temporada.
El estreno de este montaje es relevante por partida doble. La adaptación que firma David Pintó es sensacional y muy importante para que la voluntad y esencia del original se transmita en todo momento. El lirismo del texto nunca riñe con la música pop-rock de la partitura. El libretista y letrista Steven Sater quiso contrastar texto y libreto musical. La finalidad de las canciones de amplificar y hacer avanzar la historia se negaba en “Spring Awakening”, sirviendo de contrapunto y de momento de evasión de sus protagonistas, precisamente lo que necesitaban en el asfixiante esqueleto dramatúrgico. Esa parada funcionaba, curiosamente, como trampolín y propulsor de las resonancias dramáticas de la propuesta. Pintó se ha mostrado fiel y sensible a esta necesidad, así como el director Marc Vilavella. Ambos han sabido mantener esta dualidad, algo que hace sumar al resultado final varios enteros.
Además, no hay que olvidar que el texto en el que se basó Sater para el libreto del musical es de Frank Wedekind, precursor del expresionismo teatral alemán y que, este título fue, precisamente, su primer trabajo señalado, adelantando temáticas como el suicidio juvenil. No era habitual entonces (y tampoco lo es tanto ahora) que una obra dramática incluyera escenas de masturbación y tratara la sexualidad iniciática de una manera tan abierta. Josep Maria Flotats la subió a las tablas del Poliorama hace exactamente tres décadas y, desde entonces, no habíamos vuelto a tener la oportunidad de disfrutarla en un circuito comercial. Así, que bienvenido sea este nuevo despertar.
La dirección musical de Gustavo Llull es cómplice de la labor de Vilavella. La ejecución de la partitura se empasta a la perfección con las voces de los intérpretes y se convierte en protagonista mucho más allá de los números musicales, enfatizando estética y dramáticamente muchos momentos clave del argumento. Creemos que Duncan Sheik, compositor original, se sentiría más que honrado. Cuando el espacio sonoro se optimice y adapte a las necesidades dramáticas y técnicas del espectáculo, el resultado será, de nuevo, redondo.
El nivel del elenco es, en líneas generales, de muy alto nivel. Como compañía la coordinación es precisa y la ejecución de los números musicales corales es perfecta. Sin ningún tipo de duda, podemos afirmar que las versiones de “The Bitch of Living” y “Totally Fucked” se han convertido ya desde el momento de la primera función en dos de los momentos por los que se recordará tanto al montaje como a la sala, incluso a sus intérpretes. Capitaneados por dos excelentes y entregadísimos Eloi Gómez y Marc Flynn, respectivamente, los jóvenes artistas brillan con luz propia. Es indescriptible la cantidad de estímulos que recibe cada espectador al experimentar la vitalidad, la ilusión y la energía que se desprende aquí. Un lujo que se debe valorar como muestra del nivel al que aspiramos llegar cuando se trabaja el género musical por estos lares.
Aunque el protagonismo sea menor, destacan en sus intervenciones Jana Gómez como Martha (capaz de transmitir con apenas un par de réplicas y el dolor instalado en su rostro todo el drama al que se enfrenta su personaje) y, en especial, de un espectacular Dídac Flores como Hanschen. Su dominio tanto del texto como de la parte musical en su escena con Ernst (Marc Udina) será también una de las más celebradas de la función. El terceto protagonista (los ya citados Gómez y Flynn, así como Elisabet Molet) transmiten en todo momento la inocencia y candidez necesaria, aunque en algunos momentos quizá sería recomendable que evitaran la amabilidad del tono y arriesgaran algo más, apuntando hacia la sordidez de algunas situaciones. Sin duda, este detalle de dirección es opcional, pero serviría como valor añadido a las aptitudes demostradas por los tres. La comicidad del personaje de Moritz (Gómez) contradice el devenir dramático de su personaje en algunos momentos definitivos, por ejemplo, quedando algo fuera de contexto. Lo mismo sucede con el personaje de Ilse (Laura Daza). Bien ejecutado, pero no siempre adecuado para el perfil y carácter del mismo.
La dirección de Vilavella arriesga no sólo en este aspecto. sino al trasladar la acción a principios del siglo XX, justo antes de la Primera Guerra Mundial. Una decisión que intuimos intenta acercar la propuesta a autores como Bertolt Brecht y contemporáneos. Sobre el papel una buena idea que no siempre se refleja sobre el escenario. La denuncia social, así como el desarrollo de algunos personajes e interpretaciones se sigue antes porque las marca el texto que por la evocación de la puesta en escena. Arriesgar, por otro lado, muestra cómo el director intenta desmarcarse y aportar su grano de arena y su particular visión al material de partida.
Hay que destacar y celebrar incansablemente tanto la escenografía de Jordi Bulbena como el diseño de iluminación de Dani Gener. El primero viste las paredes de la sala convirtiéndolas en pizarras, evidenciando el aprendizaje que Melchior adquiere y comparte con sus compañeros de fatigas. Esta opción facilita que el espacio escénico quede prácticamente vacío y permite a los intérpretes moverse a sus anchas sin que percibamos en ningún momento la ausencia de una escenografía explícita. El segundo amplifica tanto los momentos más oníricos como la sobreexposición lumínica de los momentos musicales, más alienada con la esencia de un concierto de rock. Este detalle hace explosionar, de nuevo, las inquietudes de los personajes y su estallido, además de dotar de ritmo y unidad al conjunto.
Finalmente, la coreografía de Ariadna Peya remata y asegura el disfrute máximo de la propuesta. Adoptando en algunos momentos el lenguaje de signos (como se puedo ver en el revival de Broadway de la temporada pasada), la artista sabe cómo revolucionar a todos los asistentes con los dos números citados párrafos arriba. De nuevo nos referimos a “The Bitch of Living” y “Totally Fucked”. Apabullante e impresionante labor, siempre alineada con las líneas preliminares de la dramaturgia. El movimiento de todos los intérpretes durante toda la función, así como sus cruces por el escenario aprovechando las cuatro bandas características de la sala, no hacen más que sumar y aportar al resultado final.
Por todos estos motivos y muchos más que merecen la pena ser descubiertos en primera persona, EL DESPERTAR DE LA PRIMAVERA está llamado a convertirse, si no lo ha hecho ya, en uno de los montajes de los que más se hablará esta temporada. La visita resulta indispensable y necesaria.
Crítica realizada por Fernando Solla