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15.11.2016 Críticas  
PRISCILLA, a la zaga del original

Lentejuelas. Boas. Zapatos de plataforma. Vestidos imposibles. Pantalones bombachos. Tacones afilados. Pelucones estilo Luis XVI. Sacad lo que tengáis en la caja de disfraces de carnaval porqué PRISCILLA ha llegado al Tívoli de Barcelona.

La música, el baile y la furgoneta rosa corren a cargo de la producción, SOM PRODUCE. El musical PRISCILLA REINA DEL DESIERTO tiene como base la película australiana del mismo nombre, dirigida en 1994 por Stephan Elliot, que cosechó un éxito enorme entre el colectivo LGTB y tibieza por parte del resto del público. El paso de los años la ha convertido en una obra de culto, más por su música y la influencia estética en el mundo drag que por sus valores puramente cinematográficos.

La narración es la misma en ambas obras, dos homosexuales (Tick y Felicia) y una transexual (Bernadette) recorren el desierto australiano en un autobús rosa, de nombre Priscilla, desde Sidney hasta Alice Springs, una pequeña localidad en el centro del país, para representar su espectáculo en el casino de la ciudad y conocer al hijo de 6 años de Tick.

El viaje como todos los viajes, empezando por Homero y terminando por cualquier road movie del montón, es tanto físico como de conocimiento. Conocimiento de sí mismos en un entorno redneck, retrógrado, machista e irrespetuoso que no comprende y menos tolera a los que son y piensan diferente. Pero nuestras tres drags no se bajan de los tacones y cada una a su manera, es capaz de vencer a sus miedos y a los de los demás erigiéndose como lo que realmente son, seres humanos con sentimientos.

Tenemos a Tick, el más plano de los tres personajes, que se avergüenza de lo que su hijo pueda pensar de él. A Felicia, joven, impulsiva, deslenguada y sexualmente muy activa, a la que el viaje le servirá como primer escalón hacia la madurez. Y finalmente a la gran protagonista, más por el peso y la complejidad del personaje que por propia evolución, Bernadette, la mayor, la madre de todas, que descubre que en este mundo todavía hay esperanza si hay gente de la que poder enamorarse.

PRISCILLA REINA DEL DESIERTO EL MUSICAL se nos presenta con la puesta en escena original de su estreno en Londres, lo que no tiene porqué ser un valor añadido. En este caso diría que algún o algunos añadidos extra serían de agradecer.

El vestuario es lo más trabajado y seguramente sea donde se ha abierto más el grifo en tema presupuestario, y se nota, vaya si se nota. Es la fiesta de la costura y el color, y los cambios de vestuario son tan rápidos que el espectador se queda con la boca abierta. Creo que ahí es donde mejor sincronizada está la obra y uno de sus grandes valores.

Las coreografías no son tan elaboradas como las de otros musicales, pero no creo que sea por falta de trabajo o profesionalidad, más bien por las limitaciones de un calzado y unos trajes que no permiten a los actores moverse con total fluidez y comodidad.

La música, independientemente de los gustos del personal, es de calidad, no es vano se recogen grandes éxitos de los 70 y sobretodo los 80. La que sorprende es que las canciones están traducidas a frases, algunas se cantan en castellano y otras utilizan los versos de la pista original. Una decisión que puede ser acertada pero se refleja como un arma de doble filo; cantan en castellano cuando tienen que explicar al espectador algo narrativamente importante y en inglés para arengar a las masas e incitar a los presentes a cantar temas que ya saben de memoria. Me pregunto que tal habría sido si se hubiera tomado la decisión de traducirlas en su totalidad y mi respuesta es, que pese a que la elección no es desacertada sería una obra más profunda y menos frívola si entendiéramos todo lo dicho y nos hicieran más partícipes de sus emociones y sentimientos.

En lo correspondiente a la escenografía y decorados hay momentos que es correcta sin más, y momentos en los cuales faltan elementos en el escena. El autobús es importantísimo para la trama y el trabajo del equipo técnico es colosal (pivota sobre sí mismo y mueve las ruedas) pero el color rosa hecho a base de leds (bastantes fundidos) me deja un poco frío. Las retroproyecciones se podrían haber elaborado para que diera una sensación más de movimiento, con un video de paisajes habría bastado. La ocultación del autobús con paredes o cortinas cuando pasamos a escenas de interior acotan demasiado el escenario y a veces hay tanta gente en poco espacio que queda un poco saturado.

De los actores principales cabe destacar, con mucha diferencia, el interpretado por José Luis Mosquera, Bernadette, que es capaz de encarnar a una ex-diva que ejerce de madre sui géneris de los dos coprotagonistas y lograr enternecer al respetable con un amplio abanico de registros dramáticos y cómicos llevándose la gran ovación de la noche. El personaje es un caramelo y su actuación de muchos quilates.

Con sus partenaires es con quien me cuesta empatizar, y mucho. Jaime Zatarain no logró que me lo creyera ni por un instante, es una pena, teniendo en cuenta que lleva en PRISCILLA desde el proyecto inicial y que su talento vocal a ratos es más que notable.

Christian Escudero, baila y canta como el que más, pero lo veo demasiado sobreactuado y sus tics cómicos no me hacen la menor gracia. En general el humor de la obra no consiguió arrancar carcajadas al público salvo en puntuales excepciones. La sucesión de chistes soeces, de sexo e insultos pueden llegar a hacer gracia la primera vez pero la vigésimo quinta en menos de una hora llega a cansar.

A decir verdad, inicialmente pensaba que los problemas de conjunción entre los actores se debían a la falta de rodaje de la obra hasta descubrí que son los mismos de cuando se representó en Madrid y a lo que solo encuentro como respuesta un fallo de guión, sobretodo por unos diálogos faltos de sutileza y sobrados de dobles sentidos de comedia teen.

Capítulo aparte merecen Sylvia Parejo, Teresa Ferrer y Aminata Sow, que entre otros interpretan el rol de tres divas que aparecen colgadas del techo y poseen las voces más potentes, hermosas y contundes de todo el musical.

Lo que le sobra a PRISCILLA EL MUSICAL es ritmo, y ese ritmo que va a millas por hora mezclado con la sucesión de grandes temas y buenas voces tapa sus carencias y permite que las dos horas y media pasen como una exhalación. Porqué pese a ser apenas graciosa sí que es divertida y muy entretenida.

Crítica realizada por Manel Sánchez

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