Dice José Luis Gómez, director y protagonista de esta obra, que no le gusta llamar a su CELESTINA versión. Que para él, es la CELESTINA sin más, donde no se ha modificado ni historia ni texto. Una adaptación que ha mantenido lenguaje y mensaje de esta dramaturgia de hace más de cinco siglos.
Las razones que llevaron a Gómez a profundizar en la obra de Rojas son varias. Fue escrita a finales del S. XV (aunque popularizada en el S. XVI), en un contexto penoso para el escritor, siendo que era judío converso (por lo que no se puede entender la obra sin entender el judaísmo) y que probablemente vio arder en la hoguera a su padre (o algún pariente cercano). El trasfondo de su vida y todo lo que rodeó a Rojas y su obra, como se dirimió su fortuna y lo complejo de su textualidad fueron reto y atractivo suficiente para que Gómez haya creado esta CELESTINA.
Así pues, sentados en la fila ocho del Teatre Nacional de Catalunya, nos disponemos a viajar en el tiempo, con el maravilloso montaje que se nos trae a este gran escenario. Un espacio escénico sencillísimo; una especie de andamio de hierro a modo de puente con una escalera a cada extremo que da el juego a los actores para realizar los cambios de escena, y dos trampillas en el suelo que representan las casas de Celestina y Areúsa. Esa situación geográfica, en el subsuelo, nos evoca una de las cosas de las que Fernando de Rojas quería tratar en su obra, que no era otra que darle voz a la parte baja del estrato social.
De todos es bien conocida la trama de esta historia: Calisto se enamora de Melibea, un día que uno de sus halcones entra en sus jardines. Ella lo rechaza de inmediato y a partir de entonces él empieza a morir de amor por ella. A Sempronio, uno de los criados del joven enamorado, solo se le ocurre que su amo pueda ser ayudado mediante los encantos de una hechicera y antigua prostituta, quien conseguirá que finalmente la inocente muchacha caiga rendida de amor por él. Pero, como en cualquier tragicomedia que se precie, después de unas cuantas risas, llega la muerte.
Gómez ha sabido dividir los ‘tempos’ justos para cada parte de la historia, de tal manera que a pesar de ser una obra de dos horas y treinta y cinco minutos sin entreacto, todo quede perfectamente equilibrado y sin deseo anticipado de que llegue el final. El final llega justamente cuando tiene que llegar. Y todo ocurre justamente tal y como tiene que ocurrir.
Todo el montaje en su conjunto (incluyendo el sonido de fondo basado en un trabajo de campo de José María Sicilia) consigue el objetivo de cualquier obra de teatro, pero cabe destacar la tremenda interpretación de Raúl Prieto en el papel del joven Calisto, quien desde el momento que ve a su amada, no puede refrenar la lujuria y resto de estados de ánimo, como tristeza, felicidad, desesperación que le embargan y que le mueven a conseguir a toda costa ver sus deseos hechos realidad, cueste lo que cueste.
Y, como no, la sobresaliente mención del propio Gómez interpretando a la vieja alcahueta, con su ojo de cristal, su barba, sus horribles zapatos y su acento andaluz. Porque, esa es la CELESTINA de Rojas, tal y como se la va describiendo en el texto, aunque nunca se haya interpretado así en la historia del cine y el teatro español hasta la fecha.
El que un actor de teatro intérprete un personaje clásico del sexo opuesto no es la primera vez que ocurre. En las veces que he tenido oportunidad de disfrutarlo han sido siempre aciertos (mírese el caso de la gran Espert interpretando ‘El Rey Lear’). La ejecución del personaje que nos trae Gómez es tan acertada y sentida, que en todo momento estás viendo a esa mujer sobre el escenario. Como él mismo explica a posteriori, la única razón para haberse encargado el mismo del personaje, es que hubiera sido incapaz de dirigir a una mujer para que interpretara a la protagonista tal y como él había llegado a conocerla después de tanto tiempo. Hubiera sido mucho más difícil llegar a sacar de cualquier actriz lo que él necesitaba mostrar que hacerlo él mismo.
Ni que decir tiene que el resto del elenco está soberbio. Marta Belmonte nos enamora en el papel de una cándida Melibea que una vez reconocido el sentimiento que le quema el pecho, decide ejecutar ese amor con todas sus consecuencias. El gran Chete Lera como el padre de Melibea y su alegato final sobre el daño que nos hace el amor. Y Palmira Ferrer, José Luis Torrijo, Inma Nieto, Miguel Cubero, Diana Bermejo y Nerea Moreno en sus interpretaciones de Alisa, Sempronio, Elicia, Pármeno, Lucrecia y Areúsa respectivamente.
Un lujo de obra que le agradecemos enormemente a ese alguien que es José Luis Gómez que se denota amante del teatro y de la historia de nuestro país.
La CELESTINA nos revela la idea de que el amor es una enfermedad que necesita ser curada. Puede que estemos o no de acuerdo con Rojas en ese concepto que nos presenta. Pero el trasfondo con el que desenmascara la hipocresía de las altas esferas de la época, la oportunidad que a todas las personas de ser escuchadas y el buen humor con el que nos regaló esta historia es suficiente razón para asistir al Teatre Nacional y aplaudir una y otra vez la maravilla que acabamos de contemplar.
Crítica realizada por Diana Limones