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12.09.2016 Críticas  
Nº IV: Noches de verano

Un chico. Una chica. El pueblo. Verano. Noche. Fiestas. Bailes. Canciones. Vino. Fuegos artificiales. Pregón. Fogata. Rifa. Comida. Brindis. Charanga. Recuerdos. Ternura. ¿Amor?

Con estas palabras podemos pensar que nos encontramos ante la típica película, novela u obra de teatro enmarcada en los clichés más básicos de las verbenas veraniegas de los pueblos y no andaríamos mal encaminados. Pero cuando una compañía como Rubik, formada por Estitxu Zaldua y Juanjo Herrero, toma ese material de base los elementos/clichés se transmutan en algo sorprendente, delicioso e inolvidable.

Como buenos Licenciados en Teatro Físico y Visual, ambos actores nos ofrecen un sin fin de gestos, movimientos o sonidos donde lo último que importa es la palabra hablada y donde se mueven por terrenos que pese a ser pantanosos no hunden apenas sus pies en él, haciendo LA FESTA DE LA VIDA más cercana y comprensible para el espectador de lo que la tan manida historia de “chico-conoce-a-chica” podría llegar a alcanzar jamás.

Por qué LA FESTA DE LA VIDA (pese a su título en catalán lo poco que se habla es en castellano) revienta las barreras del teatro y hace partícipe al espectador de la peculiar manera que tienen personas y personajes de ver la vida y, sobretodo, de entenderla.

Estitxu y Juanjo poseen, por igual, una capacidad interpretativa sublime, tanto es su “acting” más físico como en sus diálogos puramente naturalistas. La sincronización entre ambos es total y absoluta e incluso, a veces, nos hacen pensar que realmente no están actuando si no que son ambos la misma persona mirándose al espejo y ejecutando sus acciones al unísono. Algo sorprendente desde el punto de vista de la historia en sí (no del talento de ambos), teniendo en cuenta que el personaje de Estitxu lleva 10 largos años sin visitar el pueblo y pese a ello es capaz de recordar todas y cada una de las pequeñas idiosincrasias de las verbenas (que no a las personas) y ejecutar sus pasos sin perder el pie y a la vez que Juanjo, que nunca ha salido del pueblo y sí que la recuerda a ello. Si hubiera perdido el paso sería hasta cierto punto comprensible, los recuerdos de la infancia son algo que nunca se olvida y queda guardado en el rinconcito de la memora de los momentos imborrables.

Todos los elementos antes mencionados aparecen en LA FESTA DE LA VIDA, pero nos los hacen llegar de todas las maneras posibles y con un punto humorístico que es muy de agradecer. Casi tanto como el que pese a ser muy pocos espectadores en la platea de Àtic 22 del Tantarantana (algo que no alcanzo a comprender) los miembros de la Rubik salieron a escena para mostrarnos de lo que son capaces y del amor que sienten por su obra. No me extraña porqué merece, y mucho, la pena.

Pese a que no querría explicar muchas más cosas de LA FESTA DE LA VIDA, y no romper su magia, me gustaría remarcar un par de escenas; las que echan abajo la cuarta pared y hacen al público juez y parte de la verbena. Me parecen sorpresivas y encantadoras, amén de hacer la experiencia mucho más inmersiva para todos los presentes. Pero, sobretodo, cuando (perdón por el “spoiler”, no puedo evitar mentarlo) Estitxu sale por completo de su papel y se niega a seguir bailando “Paquito el Chocolatero” porqué ella no es Licenciada en Arte Dramático por l’Institut del Teatro como para acabar de esa guisa. Maravilloso y descacharrante.

Para terminar, los amigos de Rubik (a los cuales un servidor no va a perder la pista) estarán en Àtic 22 hasta el dia 18. NO OS LO PERDAIS INSENSATOS.

Crítica realizada por Manel Sánchez

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