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22.07.2016 Críticas  
…o la generosidad y entrega incondicional de cinco actrices mayúsculas

Caryl Churchill es una autora dramática con cuatro decenas de títulos a sus espaldas y su presencia en el panorama teatral se remonta prácticamente seis décadas en el tiempo. Puestas como la de “Lluny” o “El setè cel”, ambas en la Sala Beckett, la han acercado a nuestros escenarios, pero sin duda TOP GIRLS la grava en nuestro atlas escénico.

La premisa es insólita. Marlene (Neus Pàmies) se reúne en un restaurante para celebrar su ascenso laboral con unas cuántas mujeres cuya coincidencia espacial y geopolítica resulta material y objetivamente incongruente. Lady Nijo (Maria Salarich) cortesana reconvertida en monja budista durante el siglo XIII; Isabella Bird (Ariadna Fígols), rastreadora victoriana que ha explorado medio mundo durante el XIX; Griselda (Cristina López), campesina salida del imaginario de Petrarca, elegida por el Príncipe para luego ser repudiada y la Papisa Joana (Alba José), primera mujer en ocupar el cargo, haciéndose pasar por hombre, en el IX. Durante la velada, un camarero (Jaume Viñas) irá sirviendo comida y bebida.

Esta situación surrealista nos atrapará desde el principio a partir del cuestionamiento o confrontación de la renuncia al rol prototípico que se espera de estas cinco mujeres. El surrealismo, no exento de cinismo, dará paso a la exploración de las cuestiones de género y la sexualidad de estos personajes. La épica interior de los mismos se desgranará a través de algunos episodios donde la crueldad tomará el protagonismo. La excelente dirección (y traducción) de Marc Chornet ha sabido integrar algunos elementos más propios de la farsa para remarcar el impacto entre las maneras teatrales de la representación y el significado que para la autora tienen las situaciones, reflejo de la sociedad.

Progresivamente, y a medida que avanza la acción y los distintos cuadros de la obra, el realismo naturalista se hace más presente, obligando al personaje de Marlene a tomar consciencia de sus orígenes y de la fragilidad de la estructura a partir de la que ha cimentado su éxito. Al mismo tiempo, el espectador será capaz de conocer tanto la evolución de la chica como, por extensión, de todo el género femenino. ¿El acceso de la mujer al poder (tal y como lo entiende nuestra sociedad capitalista) representa un cambio en el mismo o es la mujer la que imita el modelo conservador y masculino? Es muy interesante ver cómo Chornet escenifica todos estos cambios de registro siempre aportando su mirada particular para, así, amplificar la de la autora.

El vestuario de María Albadalejo y Laura Sanz delimitan igualmente los cambios en el tono de la historia así como las distintas edades de los diferentes personajes que interpretan la mayoría de las protagonistas. A su vez, la maravillosa escenografía de Laura Clos se torna tan abstracta como específica, tan funcional como ornamental, siempre precisa y exacta en función de lo que la situación requiera en todo momento. Su movimiento, ejecutado por los intérpretes, parecerá prácticamente una coreografía integrada en la acción.

Es realmente emocionante disfrutar de una dirección de actrices (y actor) y, por extensión, de unas interpretaciones tan matizadas como en TOP GIRLS. Tanto a nivel de compañía como individual, el trabajo aquí es excelente. Las cinco artistas demuestran que juventud y entrega pueden convertirse en sinónimos de generosidad e inteligencia escénica. Cuando un intérprete aporta a su trabajo la sabiduría adquirida proyecto a proyecto, eligiendo los mejores ingredientes para la construcción de su nuevo personaje la magia del teatro se materializa. Y esto, aquí, sucede. Tras una imponente escena inicial, las actrices se crecen personaje a personaje. Elogiando el trabajo de todas ellas por igual, el entusiasmo ante la creación de la preadolescente Angie de Alba José y el tour de force final entre Ariadna Fígols Alberich y Neus Pàmies se convierte en algo apoteósico. A destacar también el talento (y talante) de Pàmies para asimilar a través de la evolución de su personaje las peculiaridades de todos los demás y su peso en el desarrollo de la acción (interna y externa). Responsabilidad que en sus manos se transforma en puro virtuosismo.

Finalmente, celebramos la divertida connotación sexual del título, que convierte en femenino un rol que se atribuye por definición (genital) a los hombres. La reflexión sobre los estragos del thatcherismo del original mantiene toda su vigencia o actualidad con respecto a nuestro aquí y ahora en la versión de Chornet. El dramaturgo demuestra con su propuesta que no existen proyectos pequeños, más allá de los formatos, cuando se tiene el talento para mostrar (y despertar en el imaginario del espectador) todo el universo de una autora que es, en sí misma, un género. Por una sociedad descentralizada, humana, que conecte con los sentimientos de unos individuos dueños de sus propias vidas, la evocación de Caryl Churchill se corona en nuestra cartelera con un éxito sin precedentes.

Crítica realizada por Fernando Solla

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