Para una admiradora del trabajo, voz y directo de Jorge Drexler, tener la oportunidad de experimentar lo que se vivió en el Teatre Grec el pasado miércoles es un regalo inesperado. Un regalo que acabo refrescándonos a todos de una u otra manera.
Con motivo del Festival Grec de Barcelona, Drexler ha sido programado un año más. Y muy contentos estamos de que encima sea un concierto de ‘Perfume’, gira en conjunción con su amigo y colaborador Luciano Supervielle al piano y la electrónica, con el que comparte además origen geográfico. Cierra el circulo en el escenario, el ya habitual Carlos Campi Campón a los efectos y bajo.
El miércoles por la noche me volví a sentir de nuevo en su casa, en la casa de Drexler. Con sus canciones de siempre y con su coro de excepción: el público. Sí; uno de los rasgos que más destacan en sus conciertos es la habilidad que tiene Jorge de conseguir que todo el mundo participe de sus conciertos como coro, o silbando, o con el chasqueo de dedos (las palmas no es que le gusten mucho…) y que el resultado sea tan bueno que parezca que hayamos estado ensayando toda la tarde junto a él. Y otra de las razones por las que uno parece que se siente en casa de Drexler es que, sea un concierto pequeño o uno con una asistencia de más de 1500 personas, él siempre lo va a convertir en algo íntimo y personal.
Algo más que alabar de sus conciertos es el maravilloso uso que hace de la electrónica e instrumentos para conseguir un sonido ‘drexler’ tan delicadamente elegante y especial. En los dos últimos discos (especialmente el último), ha apartado ese sonido más electrónico y elaborado en estudio y se ha querido decantar más por el sonido vivo y de banda en directo con reminiscencias del popular de su Uruguay natal. Bien; no se puede decir que Drexler haya dejado de ser un genio por ello. Pero desde mi humilde opinión, el vestido que mejor le sienta y más le favorece es justamente el que había llevado los años anteriores con temas que atraviesan el alma (y frases que pasan a ser épicas) como los de sus discos ‘Sea’, ‘Eco’ o ’12 Segundos de Oscuridad’.
Por eso, que en su gira ‘Perfume’ esté tocando temas de todos esos discos, con el acompañamiento íntimo y minimalista que otrora llevara (aunque insisto, a nadie le desagrada alguna vez un concierto repleto de vida, metales y sonidos latinos), hace que una se siente a disfrutar, emocionada y sin querer perder ni un detalle del regalo que Drexler y Supervielle nos están haciendo y del que al principio comentaba.
Y para hacerlo aún más especial, cuando llevamos una hora de concierto, se pone a llover. Y de llover, pasa a diluviar. Y entonces, el Grec se convierte en algo mágico. La gente no quiere marchar y Jorge no quiere dejar de tocar. Y durante tres temas, que improvisa y que parecen que estaban programados para cuando la lluvia llegara (como, por ejemplo, ‘Inoportuna’), el público y Drexler nos empapamos del agua que cae, de su acariciadora voz y de las notas de su guitarra, mientras el resto del grupo corre a cubierto y los chicos de sonido y ayudantes de escenario cubren como pueden piano, teclados, ordenadores para evitar lo inevitable.
Finalmente, Drexler acaba tirado en el suelo, boca arriba, alimentándose de lluvia y nosotros desalojados de la platea. Aunque ni él quiere dejarnos ir ni nosotros queremos que deje de tocar, hay que ser razonables (¡¿por qué?!). Así que finalmente el concierto se cancela.
Y nos volvemos a casa, literalmente y emocionalmente empapados del agua de la lluvia y de todas las gotas que nos dan vida que Drexler ha compartido esa noche con nosotros.
Este es el Drexler que añoraba volver a ver y escuchar. Así que no me queda nada más que decir que: «Gracias, Drexler, por volver».
Crítica realizada por Diana Limones