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13.07.2016 Críticas  
Batiburrillo postdramático

Dentro de la programación del Festival Grec, ha podido verse el espectáculo OFICINA PER A UNA VIDA POSTIDÈNTICA; una propuesta internacional creada por artistas catalanes y alemanes. A pesar de anunciarse como teatro musical, resultaba una mezcla extraña que no cabía bajo ninguna etiqueta y que no terminaba de ser nada (en) concreto.

La propuesta, dirigida por Matthias Rebstock, se enmarcaba bajo un sello postdramático un tanto desenfrenado y de corte alemán. Tal vez sea por eso que al público catalán no le convenció… Se combinaban textos en inglés, castellano y alemán, obra de Tilman Rammstedt y Marc Rosich, con momentos musicales de un Beethoven arreglado –distorsionado− y de composiciones de Raquel García-Tomás, quien se encargó también del vídeo, otro elemento clave en la puesta en escena. Recursos todos de teatro experimental muy poco innovador.

La acción, o la sucesión de actos que conformaban el espectáculo, se situaba en una oficina donde trabajaban para una vida en la que se hubiera superado ya la identidad −de ahí el título−, donde los rasgos identitarios de cada individuo no fueran relevantes, y pudiera abogarse por la libertad total de cada uno, pero en un mundo hiperconectado. Los siete intérpretes internacionales en escena, todos con pelucas grisáceas y turnándose el vestuario, se movían por el espacio y sus distintos niveles, tocaban instrumentos, a ratos cantaban o soltaban especulaciones filosóficas sobre la sociedad globalizada o bien frases inconexas con significados crípticos para el espectador.

A pesar de que contenía momentos de clara comicidad –sobre todo los provocados por la actriz Bärbel Schwarz− con los que el público parecía conectar un poco, en general la propuesta quedaba lejos del espectador, que asistía a la hora y media larga, que resultaba excesiva; con frialdad. De poco sirvió el entusiasmo interpretativo de los artistas en escena (la ya citada Schwarz, Florian Bergmann, Panagiotis Iliopoulos, David Luque, Lucía Martínez, Mariel Supka y la mezzosoprano Marta Valero –que participará también el próximo 16, dentro del Grec, en el concierto de Quartet Brossa−) o la diversidad compositiva de García-Tomás, en la que se mezclaban desde fragmentos operísticos hasta números punk. La vida en esa peculiar oficina parecía un sinsentido.

La pieza, tras ser estrenada en el Grec, estará un mes en cartel en Berlín a principios de la temporada que viene. Esperemos que el público alemán sepa apreciar mejor el juego musical postdramático, y postidentitario, y tantos otros post que aparecen en el texto de esta propuesta que, aquí, no ha terminado de cuajar.

Crítica realizada por Esther Lázaro

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