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11.07.2016 Críticas  
La cita de su vida

Una pareja se cita en un parque y, lo que a priori parecía un primer encuentro, va desvelándose como mucho más que eso. La compañía mallorquina La Fornal d’espectacles propone un texto de creación colectiva a partir de tres referentes textuales contemporáneos («El banco», «El amante» y «Danny y Roberta») en su obra LA CITA, que ha podido verse en el Versus Teatre estas semanas.

Joan Gomila dirige esta pieza sobre dos personajes perdidos, interpretados por Salvador Miralles y Eulàlia Ballart. Para encontrarse, irán urdiendo mentiras sobre sí mismos y sobre sus expectativas en un duelo dialéctico por ver quién logra convencer al otro con mayor credibilidad o arrancarle la verdad. A pesar de que la obra tiene momentos que logran la complicidad con el espectador por su humor o por su realismo, en ocasiones, tanto el texto como los personajes resultan inverosímiles, se enmarañan en situaciones demasiado rebuscadas o en giros no del todo bien resueltos. Aunque, eso sí, los actores realizan un buen trabajo y defienden con convicción su papel.

Pueden detectarse en la dramaturgia las obras de referencia: las pinceladas pinterianas identitarias de «El amante», el contexto situacional de «El banco de Guelman» y lo atormentado de los personajes de la obra de Shanley, «Danny y Roberta». LA CITA mezcla componentes de las tres, a veces incluso parafraseándolas, y añade otros propios para construir un texto que por momentos despista al espectador, en otros resulta un tanto previsible, y en otros propone situaciones un poco confusas, bien por su origen o por cómo se resuelven.

El gran acierto de la pieza, no obstante, es la incursión de un rapsoda moderno, Roger Pistola, que, con su guitarra a cuestas, canta y narra la historia de esas dos personas, y da voz a sus conciencias, a las acotaciones del texto, y observa el transcurrir de la obra desde el exterior, juzgándola en silencio con sus expresiones y sus gestos según lo que suceda en escena. El personaje aporta frescura y momentos musicales que ayudan al ritmo de la función y que sirven como transición para el paso del tiempo de esa cita que dura algunas horas. La voz de Pistola, además, va muy acorde con el tono general de la pieza y los momentos en que interviene de fondo ganan en expresividad.

En cuanto al espacio escénico, se plantea a la italiana, con público a un solo lado −disposición poco común en el Versus−, una escenografía sencilla (dos bancos sin respaldo y una media pérgola de madera con enredaderas) y una iluminación funcional. Los tres intérpretes se mueven con soltura y el director ha sabido sacarle partido a cada uno de los elementos para que nada sea superfluo y el espacio quede bien utilizado por los tres.

LA CITA plantea varios temas muy próximos y muy humanos, relativos a las relaciones no sólo sentimentales, sino a las interpersonales en general, a cómo nos relacionamos con los demás y qué imagen ofrecemos de nosotros mismos.

Crítica realizada por Esther Lázaro

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