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28.06.2016 Críticas  
Charles Aznavour: For Me… Formidable

La visita del veterano Charles Aznavour al Festival Jardins de Pedralbes de Barcelona ha sido recibida con emoción, expectación, deleite y admiración. El auditorio entero puesto en pie para recibir a una leyenda viva de la chanson de variétés que demuestra canción a canción que la nostalgia, en presente, siempre es mejor.

El artista francés, de origen armenio, inició el concierto con “Les émigrants”, pieza que por motivos obvios vuelve a estar de actualidad. Como virtuoso y bohemio de aúpa que es el autor, este tema sirve de ejemplo del alcance universal y atemporal de su obra. Todo su discurso y conmiseración para con la realidad de su tiempo, de cualquier tiempo, se demuestra a través de su oficio. Las canciones cuentan historias y Aznavour las interpreta, nos las explica. Con ternura y pasión, con sobriedad y distanciamiento. Con desencanto y embelleciendo la tristeza, su voz le convierte todavía a sus noventa y dos años (y durante más de hora y media) en un rapsoda infalible.

Quizá sea por este motivo que a estas alturas, ya reconocida globalmente en el mundo de la música su calidad como compositor y letrista, que nos impresione sobremanera su faceta de intérprete. Aznavour, el que actuó y compuso con y para Piaf, se subió al escenario derrochando jovialidad y una teatralidad plagada de ternura, de inocencia y pureza. Vestido de negro y con sus habituales tirantes, el artista bromeó sobre su remota jubilación y acompañó sus melodías con gestos y ademanes característicos y precisos, demostrando que su semblante es el mayor aliado para expresar los sentimientos que transmiten sus letras.

Uno de los momentos más emotivos de la velada fue cuando Aznavour interpretó “Je voyage” junto a su hija Katia, una de las dos coristas que lo acompañó junto con una banda de cuatro músicos más (guitarras, piano y percusión). También llegaron “La mamma”, “Désirmais” y “Il faut savoir”. El orden del repertorio no restó ni un ápice de la intensidad melodramática habitual sin renunciar a algunos momentos de comicidad, como en este último título, en que el artista simuló bailar agarrado a una hermosa mujer atravesando el proscenio.

A medias en un español mezclado con italiano y sobretodo en francés, Aznavour tuvo un recuerdo para Rafael de León, traductor de sus letras a nuestro idioma. El cantante alternó entre su repertorio versiones de “Te espero”, “El barco ya se fue”, “Quién”, “Dime que me amas” y la celebradísima “Venecia sin ti”. Para el último tramo del concierto reservó “Ave Maria”, “Les plaisirs demodés”, “Hier encore” y una sentida interpretación de “Comme ils disent”. El delirio del auditorio llegó al éxtasis con “La Bohème”, “She” y “Emmenez moi”, pieza que cerró el recital.

Jugando a desvanecerse sobre las tablas al final del espectáculo, Aznavour abandonó el escenario envuelto entre aplausos que parecían interminables. Con gran elegancia se marchó mucho antes que los vítores cesaran, demostrando que no hay despedida a la vista. Hasta la próxima visita, cada uno de los asistentes seguiremos tarareando, con él, cómo él, eso de “emmenez-moi au bout de la terre, emmenez-moi au pays des merveilles…”.

Crítica realizada por Fernando Solla

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