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16.06.2016 Críticas  
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El Teatre Akadèmia acoge en esta recta final de temporada una contundente versión de la célebre obra de Bernard-Marie Koltès “De noche justo antes de los bosques”. El texto ha sido traducido y adaptado por Guillem Gefaell y David Menéndez, también intérpretes de una pieza cuya experimentación nos sumerge en un abismo estupefaciente y fascinante.

Durante los últimos años hemos podido disfrutar de varios montajes de esta obra pero, tras el visionado de LA NIT, podemos afirmar que ninguno ha profundizado tanto (a nivel formal y de contenido) como el dirigido por Moreno Bernardi en esta ocasión. El dramaturgo ha coreografiado el espectáculo de tal manera que ha situado en un mismo plano de protagonismo a la palabra, la voz, el movimiento o expresión corporal y, especialmente, al espacio (vacío).

La eterna búsqueda y el encuentro serán los ejes sobre los que girará la propuesta. Del prójimo y de uno mismo. El texto tanto puede ser un monólogo como una conversación. Un viaje hacia el interior de cada individuo cuyo resultado es la necesidad de manifestarse y mostrarse ante el otro. El trabajo de Bernardi se centra en integrar tres caras de esta premisa. En el texto y en la construcción del personaje está intrínseca pero, además, el director entiende el acto teatral como este viaje con similares características, entre los intérpretes y el método del dramaturgo. Por último, el periplo del espectador. Particular en cada caso, pero colectivo y recíproco para con los artistas y el texto del autor.

Situar a los dos intérpretes en un escenario vacío es una decisión que una vez planteada la propuesta supone un gran acierto. No sólo facilita el libre movimiento de los actores sino que amplifica su búsqueda constante. Extranjeros del lugar y de sí mismos. Para potenciar este efecto la iluminación de Pol Queralt resulta imprescindible e inmejorable. Siempre buscando a los intérpretes y encontrándolos por momentos, amplificará también la sensación de desconcierto de ambos protagonistas.

LA NIT es finalmente una lluvia. De palabras y de sudor. El estallido febril y delirante de un ser anónimo, siempre inmigrante y extranjero. El obrero, el moro y el árabe. La identificación individual será irrevocable. La propuesta de Bernardi mantiene la denuncia entre panfletaria y poética, entro romántica y violenta del original de Koltès. La insistencia en la expresión corporal de la dirección de intérpretes convierte esta búsqueda en una especie de danza macabra de la que el público participará anímicamente. A través de una coherencia interna siempre fiel al original, el montaje permite que el espectador saque sus propias conclusiones en todo momento.

Tanto Guillem Gefaell como David Menéndez merecen el aplauso más vigoroso y sincero. Su entrega es total y absolutamente adecuada a la propuesta coreografiada del dramaturgo, pero es que, además, su impacto es absoluto. Excelente en su expresividad corporal y apabullante en la articulación de las palabras y en su gesticulación facial (que en ocasiones propiciará que oigamos el sonido de su musculatura). La dicción es perfecta sin abandonar nunca el registro entre alucinado, extranjero e infantil. Parece como si los actores hablaran en un tono de extrañamiento que mostrara como el espectador ve a los personajes. La búsqueda se convierte pues en un escudriñamiento del lenguaje. Quizá hasta no encontrar las palabras precisas no podremos expresar(nos) a nosotros mismos.

Sin duda, Gefaell y Menéndez han conseguido hacerse un hueco entre las interpretaciones más significativas de la temporada. Por la conmoción que provocan tanto ellos como la propuesta de Moreno Bernardi, LA NIT es una de puestas en escena por las que recordaremos este período 2015-2016. Un triunfo en la programación de la sala y de la cartelera de la ciudad.

Crítica realizada por Fernando Solla

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