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01.06.2016 Críticas  
Bravissima Joyce

El pasado viernes 27, la mezzosoprano estadounidense Joyce DiDonato deleitó al público del Gran Teatre del Liceu una vez más. Esta vez, no fue por su papel de Romeo en la actual producción de «I Capuleti e i Montecchi», sino con un recital de voz y piano. El programa, escogido con acierto, contenía varias de sus especialidades: desde arias de Rossini hasta tonadillas de Granados.

La facilidad con que ejecutaba los trinos de “De España vengo”, canción con la que abrió el recital, apuntaba ya que sería una magnífica velada vocal. Siempre sonriente y cercana, DiDonato presentó las piezas que interpretaba, con las que proponía un viaje musical alrededor del distintos puntos del globo. De la mano de Ravel, se convirtió en Sherezade para interpretar el ciclo del compositor francés formado por “Asie”, “La flûte enchantée” y “L’indifférent”. La delicada música, la letra, su voz, el piano –en las excelentes manos de Craig Terry− y la expresividad del conjunto trasportaban al espectador atento dentro de los frescos dibujados por Ravel en las historias de la bella concubina. La cantante cerró la primera parte con un alarde de virtuosismo belcantista con el aria “Bel raggio lusinghier” de la ópera Sémiramide de Rossini.

La segunda parte del concierto la iniciaron las majas dolorosas de la colección de Tonadillas en estilo antiguo de uno de nuestros compositores más conocidos y reconocidos, Enric Granados, de quien se conmemora este año el centenario de su muerte. DiDonato cantó las tres piezas con su habitual expresividad lírica e interpretativa. Con gusto hubiéramos oído la colección entera, o aquellas que dan el contrapunto alegre –“El majo discreto”, “El tra-la-la y el punteado”,…− a las elegidas por la mezzosoprano.

Pero el momento álgido de la noche llegó con Händel y su celebérrima “Lascia ch’io pianga”. En esta pieza, que hubiera sido perfecta como colofón, la cantante estuvo especialmente brava. La tremenda sensibilidad y exquisitez con que interpretó el aria pusieron la piel de gallina al público, suspendido de improviso en una burbuja de absoluta belleza que la americana creó, a ojos cerrados, con su magnífico instrumento. La excelencia de esa interpretación fue aplaudida con parte del público en pie y varios gritos de júbilo y reconocimiento.

A partir de entonces, tanto ella como el público entraron en un regulador que ascendía hacia el crescendo final. La selección de arie antiche, que DiDonato presentó con una divertida parodia de la escena que se repite el primer día de clase de canto en cualquier conservatorio del mundo y de la primera audición –una escena, por otra parte, absolutamente fiel a la realidad−, ponía de manifiesto el talento de Terry, quien, además, debutaba en el Liceu. Los arreglos de las piezas eliminaban lo que pudiera haber de antiguo en ellas y los dos artistas las interpretaron con una frescura y un savoir faire envidiables. Se hizo evidente entonces también la gran complicidad entre ellos, por los juegos fingidos que escenificaban.

Como ya hiciera en la primera parte, la mezzo terminó la segunda con otra aria de Rossini, luciéndose en sus coloraturas que, pese a la dificultad que comportan, ella ejecutaba de manera liviana y expresiva. Para el cierre del recital eligió “Tanti afetti”, el aria final de Elena en La donna del lago, rol que ha interpretado esta misma temporada en The Metropolitan Opera de Nueva York. Ya en el bis, tras saludar varias veces, obsequió al agradecido público del Liceu con dos canciones modernas, I love a piano y Over the rainbow, conocidas por la interpretación que de ellas hizo Judy Garland en las películas Easter Parade (1948) y El mago de Oz (1939), respectivamente; y con el delicado lied de Strauss “Morgen”.

DiDonato brilló durante todo el recital, no sólo por el collar que lucía en la primera parte o el vestido de la segunda, sino por la actitud cercana con la que se dirigió al público en todo momento, y por la calidad indiscutible de su voz y de sus emotivas interpretaciones.

El mismo recital pudo disfrutarse en el Teatro de la Zarzuela de Madrid este pasado lunes 30, seguro que con igual éxito.

Crítica realizada por Esther Lázaro

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