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01.06.2016 Críticas  
¿Sabe el erizo más que el zorro?

Inquietante texto de Juan Mayorga escrito en 2002 que se repone ahora en el Teatro Fernán Gómez. Una situación entre tensa e incómoda entre unos personajes que esconden secretos. Su vergüenza irá contagiando la atmosfera. ANIMALES NOCTURNOS es de lenta digestión.

Nada es lo que parece en esta obra, ni la situación inicial, en la que “hombre alto” es abordado por “hombre bajo”, vecino de la misma escalera, se conocen de cruzarse en el portal, pero uno sabe bastante más del otro. De esa conversación trastornada surgirá una relación entre enfermiza y posesiva. Una relación que cambiará las vidas de estos hombres y sus parejas.

ANIMALES NOCTURNOS indaga en los derechos adquiridos, en la legalidad de unos papeles para ser un ciudadano libre, en el miedo del que se siente desprotegido. El miedo es un veneno en manos de quien cree que amenazando puede proteger. Poco a poco descubrimos las trastiendas de los “hombres” y sus respectivas parejas. Una serie de situaciones entre incomodas e inexplicables provocaran que estos personajes se enfrenten el uno al otro.

El enfrentamiento es silencioso, nada violento, pero duro, seco y sobretodo desagradable. El sabor que deja la representación es agrio. Los secretos los intuimos, y la vergüenza traspasa al espectador. ¿Será esa vergüenza la que nos impide dormir?

La escenografía es destacable. Esas dos cajas que se unen y se distancian. Esas cajas que son los apartamentos de las parejas, son las jaulas del zoo donde se exponen los ANIMALES NOCTURNOS, en esa noche artificial y nada saludable. El banco del parque donde las noches de insomnio se cruzan nuestros personajes. Todo eso está solucionado con un gran tino escénico.

No es una función fácil. Jesus Torres y Pablo Gómez-Pando en los papeles principales interiorizan una relación enfermiza y Viveka Rytzner e Irene Serrano sufren las consecuencias de algo que no entienden.

ANIMALES NOCTURNOS deja una sensación de desazón, de angustia no solucionada, de vidas difíciles. No es fácil entender todas las capas que toca la obra. Yo sigo dándole vueltas.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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