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12.05.2016 Críticas  
Lo inesperado del amor

Dos desconocidos se encuentran frecuentemente en el cementerio, sin cruzar palabra entre ellos, conjeturan sobre la vida del otro. Poco a poco en ese marco tan poco propicio para el amor y la comedia se irá tejiendo la red que les llevará a encontrar ese amor tan deseado.

Este texto, basado en la novela de la escritora sueca Katarina Mazzeti, se representó en Barcelona, bajo la dirección de José Mª Pou, y con Maribel Verdú y Antonio Molero como protagonistas, ese montaje permaneció unas semanas en cartel y luego giró por algunas ciudades, sin llegar a la capital. Ahora un nuevo montaje, bastante distinto al anterior, llega al Teatro Quevedo, con Iker Galatza y Aitziber Garmendia, bajo la dirección de Begoña Bilbao.

La historia se ha trasladado al País Vasco, algo que sus protagonistas llevan en la sangre, nos encontramos a una joven viuda reflexionando ante la tumba de su marido, muerto en accidente de tráfico. En la tumba de al lado está Pablo, llevando flores y flores a la tumba de su madre. Las reflexiones en voz alta son el sello de esta obra. Los personajes nos cuentan sus impresiones, sus chascarrillos, lo que piensan del TIPO DE LA TUMBA DE AL LADO.

Poco a poco esos encuentros y los imparables estragos del reloj biológico de Ainara, desencadenaran la chispa del amor. Y ahí tenemos a dos personajes opuestos tanto en forma, como en estilo, luchando por ese amor que nace al abrigo del camposanto. Ella, bibliotecaria, independiente, ávida lectora. Él, granjero, rudo, un poco machista e incluso facha. Dos seres de planetas distintos que sin saber cómo ni porque caen el uno en brazos del otro.

Las situaciones producidas por esa disparidad de carácter y de antecedentes son el motor de esta comedia que pretende entretener y arrancar más de una carcajada. Iker y Aitziber están en su salsa y se les nota. Momentos de complicidad y de improvisación así lo demuestran. El montaje es sencillo, pero consigue trasladarnos a los distintos escenarios. La obra consigue lo que se propone. No es de esas para luego irse a cenar y debatir de lo humano y lo divino, es de esas que te deja la sonrisa puesta y una sensación agradable.

Esa situación triste, ese cementerio, se convierte en el marco ideal e inesperado para una entretenida historia de amor, de choque cultural, de situaciones divertidas y de un rato de teatro agradable.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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