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03.05.2016 Críticas  
LA PEIXERA, cuando no se ve venir el pez grande

En el mar las cosas son bastante más sencillas que en el mundo de los hombres; el pez grande se come al pez pequeño y éste al más pequeño, así ad infinitum, mientras la tierra sea tierra y el mar sea mar.

¿Pero qué pasaría si todos los peces fueran del mismo tamaño, aspecto y forma? ¿Cómo se sabría de quién escapar? ¿Quién te va a traicionar? ¿De quién acabarás siendo alimento?

Óscar Molina dirige la obra escrita por Toni Cabré, LA PEIXERA, una readaptación y/o actualización de otra anterior no representada, llamada L’EFECTE 2000, que hasta el 29 de Mayo podemos disfrutar en el Versus Teatre, con producción propia.

Al departamento informático de una mediana empresa, llamado pecera por la cristalera que separa la zona de los trabajadores del despacho del encargado, llega la noticia de que una empresa externa va a modernizar tanto el material como los sistemas y sustituir a los trabajadores que lo integran. Los cuatro empleados llevados por la calentura del momento deciden que si tienen que irse lo harán demostrando lo válidos y necesarios que son. Cuando descubren que pese a hacer caer todo el sistema informático la vida en el resto de plantas sigue con absoluta normalidad y que, en otra analogía con el mundo animal, no son más que hormigas obreras que pese a creerse imprescindibles la falta de una, o cuatro, no impedirá a la reina seguir viviendo en su trono; comienzan a aflorar las rencillas, odios y resquemores hacia la dirección, primero, y sus compañeros, después.

LA PECERA se vuelve un espacio opresivo, destructivo y violento, una exteriorización de los sentimientos que tienen los personajes convincentemente interpretados por Joan Bentallé, Miquel Sitjar, Jaume Casals y Pep Papell, que al fin y al cabo son los únicos que tienen su trabajo pendiente de un hilo, o de un cable. Óscar Molina, en cambio, vive en supuesta harmonía con sus compañeros pero al poco se descubre que no, que él al día siguiente tendrá que madrugar para ganarse el pan y pasa a convertirse en parte del sistema, en el posible malo de la función.

La obra se divide en cuatro actos (mañana, mediodía, tarde y noche) donde vemos la evolución de personajes, más que evolución es muestra, poco a poco van mostrando su verdadera cara y perfilando sus personalidades. No son un equipo bien avenido, ni siquiera pueden llamarse equipo, cada uno va a la suya y se han dedicado varios años a tapar sus propios errores en vez de enmendarlos, lo que les ha convertido en un “equipo” obsoleto y urgentemente substituible. Ahora, por primera vez harán frente común para encontrar el topo que ha sacado a la luz sus miserias laborales, su inoperancia y su desidia.

Toni Cabré ha escrito un guión bien hilvanado, a paso lento pero firme, y que a partir de mediodía se convierte en un whodunit, donde los personajes avanzan más en el descubrimiento del topo gracias a las torpezas y errores del resto, porqué en la vida real no hay CTRL+Z para deshacer lo hecho y los errores se pagan caros, que porqué sean capaces de hacer autocrítica o analizar correctamente la situación.

La escenografía, a cargo de Laboina Produccions, retrata fielmente una oficina en el subsuelo con un mobiliario desfasado y tangible con el que los personajes interactúan continuamente. No es un escenario bonito, es un escenario realmente funcional. Exactamente lo mismo que sucede con la iluminación, realista en los cuatro actos y atenuada para marcar los entreactos amenizados por el blues-rock de Malacara & Wilson Band, una banda barcelonesa con largo recorrido en el circuito de blues de la ciudad, con buenos temas pero no del estilo que le vendría del todo bien a la obra.

Las interpretaciones, del más alto nivel e intensidad, corren a cargo de un plantel que abarca tres generaciones de actores de teatro que también han trabajado en las series más reconocibles de TV3. Todos superan con nota, especial mención a Joan Bentallé y a Miquel Sitjar.

LA PEIXERA tiene una pega y es su final, hay otras maneras para mostrar la soledad y el sentimiento de culpa de un personaje en un entorno del todo realista, como el que tiene la obra en su conjunto, y no en el sueño onírico que nos muestra en su conclusión.

Ese fallo, aunque reseñable, no desluce la obra en su conjunto, una obra actual, interesante y muy, muy recomendable tanto por el libreto como por sus interpretaciones.

Crítica realizada por Manel Sánchez

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