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20.04.2016 Críticas  
LA LLISTA, con Laia es suficiente

LA LLISTA de Jennifer Tremblay, que se representa actualmente en La Villaroel, es un caramelo que cualquier actriz, ya sea amateur o profesional, quiere degustar; un monólogo donde poder mostrar todo su abanico de aptitudes y registros.

¿Quién mejor que una actriz del bagaje y nivel de Laia Marull para lanzarse al reto y encima pasarlo con nota? Nadie. La intérprete barcelonesa borda un papel difícil con paciencia de escriba.

Como ya he dicho anteriormente el papel es un caramelo para actrices, por algo Allegra Fulton, directora de la obra, también lo es, pero para el público ese caramelo adquiere un tinte más oscuro y una corporeidad mucho menos atractiva y digerible.

Laia Marull toma forma en una mujer que harta de tener poca relación con su marido le convence de irse a vivir al campo, con sus tres hijos, creyendo que la vida iba a cambiar a mejor. Pero la vida, como en la mayoría de los casos, no es justa, o lo suficientemente justa según el criterio y las exigencias de cada uno, por lo tanto se encuentra exactamente igual que cuando vivía en la ciudad, con el problema añadido que ni el lugar ni los vecinos son de su agrado.

Ella organiza su vida a partir de objetivos, objetivos que tiene apuntados en una serie de listas y organizados en función de importancia o prioridad. Durante su exposición de qué le ha llevado hasta allí, sus relaciones con vecinos, hijos, hijos de vecinos, esposo o la meteorología local le vienen a la cabeza y exterioriza al público elementos de las diferentes listas, mostrando su perfil de personaje organizado a la par que obsesivo y disociado, que necesita esas listas porqué son su única ancla a la tierra (y a la vida).

Tanto en momentos, separados con diferentes palabras proyectadas en la pared a modo de capítulos o escenas, más introspectivos como los que permiten aflorar sus sentimientos, están acompañados de diferentes iluminaciones (más duras o más diáfanas en función de ellos) que pese a su aparente sencillez poseen un fundamento lógico interno y efectivo.

El gran problema que tiene ésta ama de casa sin nombre y en el que se sustenta la base del monólogo, con sus entradas y salidas constantes sobre el tema en cuestión, es el hecho de que indirectamente ha matado a su mejor amiga. Permite que muera, en el post-parto tras la intervención de un médico poco profesional, porqué en su lista tenía escrito Buscar número del médico (el suyo propio) y no fue capaz de cumplir dicho objetivo. Desde el mismo instante de la muerte de Carolinn nace en su ser un sentimiento de culpa irrefrenable, no por el fallecimiento de su (supuesta) amiga sino por no poder tachar de la lista lo que tenía que hacer. Ella vive por objetivos listados nunca por sentimientos o emociones; es la eterna lucha entre la razón y el corazón, la matemática y la poesía. A ella le pesa no haber cumplido el elemento independientemente de lo que sucediera después. Finalmente la única opción que le queda es marcar uno nuevo, que aún a sabiendas imposible, siempre tendrá la esperanza de poder cumplir, y esa esperanza es la que le da ganas de vivir.

LA LLISTA es más una obra de disfrute (y sufrimiento) para quién la interpreta, con sus subidas y bajadas e idas y vueltas, y con un altísimo nivel de exigencia, que para quién la tiene que disfrutar. El guión no le hace ningún favor a nadie, es farragoso, no posee estructura definible y aunque podamos sentir curiosidad en qué le sucede al personaje principal (porqué es el único por el que se puede sentir) nunca nos sentimos identificados con él; algo básico, en mayor o menor medida, en cualquier narración que se precie. La obra posee todo, absolutamente todo, lo que posee un monólogo interior y como tal, es deslavazado, desorganizado y anti-climático.

Quién sea capaz de aislar la obra en partes independientes, una por palabra proyectada, como si en una clase de interpretación se tratase en la cual a partir de una palabra un actor debe improvisar, y valorar la actuación de una Laia Marull excelente en cada una de ellas, alcanzará un altísimo grado de satisfacción; en cambio, quién asuma la obra como un todo, intente buscar una historia o algo más allá que la mera ciclogénesis explosiva de diferentes ideas y emociones viajando por la mente de un personaje desequilibrado y pretenda valorarla en su conjunto seguramente sufrirá 70 minutos del más absoluto tedio.

Crítica realizada por Manel Sánchez

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