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18.04.2016 Críticas  
Sentido agradecimiento a los maestros del flamenco

La bailaora y coreógrafa Sara Baras ha estrenado en el Tívoli de Barcelona su espectáculo VOCES, después de su recorrido internacional y su paso, hace un año, por el Festival Jardins de Pedralbes y el Porta Ferrada (Sant Feliu de Guíxols).

Al contrario que en otras ocasiones, Sara Baras no presenta una pieza con una línea argumental al uso, sino que está concebida como agradecimiento u homenaje a los artistas flamencos que más han influido en la vida profesional y personal de la gaditana y, seguramente, de la mayoría de los entusiastas de este género artístico.

La estructura del programa nos presenta once números que se circunscriben en los distintos palos del flamenco, el nexo de los cuales será una selección de declaraciones de los referentes homenajeados. VOCES en off cuya presencia en escena se corporeizará a través de retratos en blanco pintados sobre plafones negros. De este modo escucharemos las grabaciones de Paco de Lucía, Camarón de la Isla, Antonio Gades, Enrique Morente y Moraíto. La única voz ausente será la de Carmen Amaya, aunque su retrato estará presente al lado del de sus compañeros.

Este desarrollo lineal fomenta no tanto un debate como sí una manifestación escénica de Sara Baras a partir de la asimilación artística de las palabras de cada uno. La bailaora parecerá mostrarnos (al público y a sus maestros) cómo exterioriza a través de sus interpretaciones tanto el respeto por sus figuras referenciales como su disciplinada libertad creativa. El resultado será un espectáculo en el que la interpretación será tan o más importante que el proceso de creación. Tanto en su rostro como en sus movimientos (los coreografiados y no) Baras consigue transmitir en todo momento la conexión sentimental, tanto personal como popular, que nos une a estos virtuosos del flamenco.

La aptitud y el talante de la artista lucen en VOCES como en las mejores ocasiones. Tanto el braceo como el taconeo, por centrarnos en dos de los rasgos ejemplares de su impacto y carisma, son capaces de provocar el delirio de los asistentes. Mostrar la rotundidad técnica de esta mujer se ha convertido ya en una seña, en un recurso estético de sus coreografías. La perfección lineal de la posición de su cuerpo, así como la geometría en la coordinación con música y compañía son realmente asombrosas. Incluso la repetición de algunos pasos toma sentido en VOCES, ya que nos permiten ver qué y cuánto hay de sí misma en cada número y cuánto de homenaje o influencia de los artistas precedentes.

Sara Baras ha creado también la mayoría de las coreografías interpretadas. Su marido, José Serrano, ha colaborado en su realización y, sobre el escenario, tiene su “Soleá”. Con permiso de la “Soleá por Bulería” y “Farruca”, unos de los números más aplaudidos del espectáculo. Como coreógrafos, tanto Baras como Serrano han sabido transmitir su temple y presencia al cuerpo de baile. María Jesús García Oviedo, Charo Pedraja y Cristina Aldón brillan con luz propia en “Las Cármenes”, homenaje a Gades. Lo mismo para Daniel Saltares y David Martín, que destacarán también en “Tientos”, demostrando que el dominio técnico no está reñido con la espontaneidad en la ejecución.

Es muy importante la presencia de la música en directo en este espectáculo. El cante de Rubio de Pruna (muy sentido su solo Romance del Negro del Puerto), Miguel Rosendo e Israel Fernández ofrece su réplica también a las declaraciones en off que urden y traman los distintos números. La música de Keko Baldomero (también director musical y guitarra, mano a mano con Andrés Martínez y la percusión de Antonio Suárez y Manuel Muñoz “Pájaro”) transmite con pasión y arrebato la misma entrega que la coreografía. Una ejecución sentida y penetrante que no necesita de tantos decibelios amplificados para llegar al espectador como los que mantuvo la noche del estreno.

El diseño de luces de Oscar Gómez de los Reyes resultará el principal cómplice de la escenografía de Ras Artesanos. La idea de convertir los plafones con los retratos en espejos constituye una imagen doblemente evocadora, ya que serán los mismos modelos a seguir los que mostrarán el reflejo de su legado artístico en Baras y compañía. Este reflejo creará una especie de ilusión en el espectador de que el traspaso o testigo se está pasando en vivo sobre el escenario, creando una atmósfera muy especial.

Finalmente, el vestuario de Torres-Cosano es espléndido a nivel estético. Pero, además, en el cuerpo de Sara Baras, hasta el adorno más complejo parece ser domado por la bailaora, que consigue, con su arte, adaptar todo su guardarropa a la funcionalidad escénica requerida para destacar cada uno de sus pasos, en todos cuadros y palos. Último detalle para conseguir que todos los presentes terminemos rindiéndonos, nunca mejor dicho, a sus pies.

Crítica realizada por Fernando Solla

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