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11.04.2016 Críticas  
La verdad es la primera víctima de la guerra

Con esta potente frase da inicio uno de los montajes imprescindibles de la cartelera madrileña. La Joven Compañía pone a navegar el Proyecto Homero, un salto mortal de dos giros, simultaneando la ILÍADA versionada por Guillem Clúa y “Odisea” de las manos de Alberto Conejero. José Luís Arellano, se ha embarcado en la doble dirección y el resultado deja boquiabierto.

Pude gozar el otro día con la primera parte de esta doble propuesta, y digo gozar a riesgo de quedarme corto. La historia que cuenta uno de los clásicos griegos por antonomasia es conocido y denso, se corre el riesgo de abrumar al espectador, tanto por su duración, como por el laberinto de personajes que la habitan. Guillem Clúa ha diseccionado el extenso texto y lo ha dejado ligero, centrándose en los pilares de la historia, en Héctor, Aquiles, Patroclo y Helena. Que nadie piense que la historia siendo así resumida ha perdido intensidad y profundidad. Los temas claves de la ILÍADA están presentes en todas las escenas, y de qué manera.

Un gran acierto es la escenografía, todos los personajes en una grada al fondo de ese escenario circular que gira, todos los personajes interpretan y narran, son personaje y narrador, dotando de una tremenda agilidad al montaje. Esas batallas son un golpe visual de los que se quedan en la memoria, la certera iluminación de Juanjo Llorens, esa inmensa pantalla con esos primeros planos y Edith Piaf de fondo. Si, han leído ustedes bien, en el sitio de Troya suena el ruiseñor francés. La emoción y el riesgo están servidos.

Mención aparte a todo el elenco, en un equilibrio de fuerza bruta y delicadeza, son jóvenes, son ágiles, son apasionados, sufren, se desgarran, son de verdad. Juegan con un clásico de la historia de la literatura y lo hacen desde el respeto y desde la humildad del que se enfrenta a algo único.

La historia, a pesar de haberla reducido a poco más de hora y media, tiene todas las claves necesarias para seguirla sin problema. El amor de Paris hacia Helena, la apasionada amistad de Aquiles y Patroclo, la sed de venganza de Aquiles por la muerte de Patroclo, el mortal enfrentamiento entre Aquiles y Héctor, la desesperación de Agamenón, y así todos los básicos de esa historia de amor y guerra, de lealtad y honor, de pasión y muerte.

Poco a poco, sin pausa, el desfile de víctimas de la guerra va aumentando, la verdad, la lealtad, el amor, el honor… todo va muriendo.

Esta primera parte de esta locura llamada Proyecto Homero se salda con una ovación tras otra en todas sus representaciones, sé que “Odisea” no se queda atrás, por suerte tengo ya mi entrada para ese segundo viaje que seguro no decepcionará.

No lo duden, vayan al Teatro Conde Duque y entren por un rato en la sitiada Troya de la mano de un director y una compañía que contagian pasión.

Crítica realizada por Moises Casas Alabau

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