novedades
 SEARCH   
 
 

04.03.2016 Críticas  
Un TAXI perdido de camino al Condal

TAXI es un vodevil escrito en 1983 por el inglés Ray Cooney (“Sé infiel y no mires con quién”, “Políticamente incorrecto”), y estrenado originalmente como “Run For Your Wife”. Cuenta la historia de un hombre que se ha casado con dos mujeres y cuyo mundo se viene abajo el día que, por un accidente, todo puede salir a la luz.

El tema no es particularmente novedoso, ya en 1958 la película británica The Captain’s Paradise planteaba una historia muy similar, aunque el protagonista era marino en lugar de taxista. La originalidad subyace más en una sincronización precisa de las entradas y salidas de los personajes, y en el rasgo común a muchas de las comedias de Cooney: cómo las mentiras de los personajes para escapar de la situación en la que se encuentran van complicándose cada vez más y complicándoles a ellos la vida. Una especie de pequeño infierno personal por los pecados que han cometido.

Quizás el argumento resulta un poco endeble para la sensibilidad del siglo XXI, tal vez los 9 años que estuvo la obra en cartel en Londres responden a otros tiempos, o quizás sea el público de Barcelona que se ha cansado de vodeviles y líos de cama. Lo cierto es que la noche del estreno había muchas sonrisas, pocas risas y casi sólo un par de carcajadas, y eso se notaba en el ambiente y lo notaban en escena. Probablemente el mayor defecto de esta versión sea un tipo de gags rematados por una frase imitando a algún personaje famoso como una especie de semi-aparte: no funcionaron en casi ninguna de las ocasiones y rompen el ritmo de la obra.

Los actores están, por lo general, correctos: la mejor, posiblemente, Amparo Bravo (gran voz del doblaje nacional), como la primera esposa del protagonista; pero también Esther del Prado como la segunda esposa, más ardiente y temperamental, e incluso Felisuco como el policía franquista. Algo menos funcionan Alfredo Cernuda, el compañero del héroe, quizás porque no acaban de encajar los personajes como amigos, y Javier Losán, con un policía más caricaturesco que el resto. Josema Yuste, el protagonista, lleva con desigualdad la carga central de la obra: a ratos le traicionan el tipo de gags con aparte que mencionábamos antes, o el ritmo, y sin embargo en los momentos en que se lanza a ser más actor que cómico resulta lo mejor y más brillante de toda la obra. TAXI da ganas de ver a Yuste actuando más.

El escenario, diseñado por Ana Garay, es original, y presenta en escena, a la vez, las dos casas del taxista, un recurso funcional que tiene en común el sofá central de la estancia, y permite que ocurran cosas simultáneamente en las dos casas. Aunque el hecho de que por la ventana se vea el mismo paisaje pierde un poco el efecto narrativo, ya que la obra insiste varias veces en que se encuentran en barrios distantes de Madrid.

TAXI pretende hacer reír, y en ocasiones lo consigue, pero arrastra decisiones en la adaptación y la dirección (el preciado timing original da bandazos) que le van a la contra. No es el mejor Cooney que hemos visto en Barcelona en los últimos 15 años, y necesita un buen reajuste para cumplir del todo su objetivo como comedia.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES