novedades
 SEARCH   
 
 

10.02.2016 Críticas  
La posibilidad de lo improbable

Que algo tan improbable como la vida haya llegado a ocurrir. Que en ocasiones acaben acaeciendo para nuestra sorpresa sucesos que consideramos improbables, como que a un hombre le caiga siete veces un rayo. Que la probabilidad de encontrar tu media naranja sea inferior a la de que te pique una serpiente venenosa. ¿Puedes creértelo, por imposible que parezca?

Pues eso, y más, es lo que nos cuenta y nos canta LA BANDA DEL FIN DEL MUNDO, una apuesta más que arriesgada en la escena alternativa del circuito teatral de Barcelona.

Han venido desde el espacio exterior a abrirnos los ojos y hacernos pensar a los habitantes del planeta Tierra. Pensar en la necesidad del ser humano de una Re-Evolución. Pero es evidente que no estamos por la labor. Por lo que su trabajo es en vano aquí, en este planeta.

No es en vano, sin embargo, el trabajo que hay detrás de este espectáculo (¿cómo definir exactamente a esta amalgama de teatro, danza y música?). Como no son en vano lo que han conseguido de nuevo las cabezas pensantes de David Climent y Pablo Molinero, los miembros de la compañía de teatro Los Corderos.sc.

Una función que, lo reconozco, en un principio me estaba costando digerir. No era el vestuario setentero y ochentero que evocaba a un director de pista de circo y a cualquier personaje de una Pulp Fiction cualquiera. Ni la música punk-rock que bien recordaba a Almodovar & McNamara en plena movida madrileña. O la retahíla de frases que aparentan ser incongruentes, pero que no lo son. No era eso… o quizá sí que era todo eso junto.

Sin embargo, a pesar de ese inicio surrealista y caótico, nada es gratuito en escena. Y en breve, después de unos cuantos minutos, en cuanto pasa el tiempo reglamentario para que te metas completamente en su mundo, comienzas a disfrutar. Comienzas a entender lo que te quieren decir. Y comienzas a sonreir. Hasta que al final te arrancan hasta alguna que otra carcajada.

Y la guinda a este pastel de medios visuales y sonoros, es Miss Q, quien representa a la Dama de la Improbabilidad. Ella parece que dirige este (permitidme la expresión) cotarro de seres espa(e)ciales. Y canta como los ángeles (he de ahí que vaya vestida de blanco). Con ella se consigue cerrar el círculo de un espectáculo que se sale de lo normal.

La luz, el vestuario y el attrezzo son sencillos pero justos y necesarios para esta obra. Quizá la parte de la danza es la que aparentaría quedar más coja. Esa era mi sensación cuando estás allí. Pero una vez mirás atrás, creo que tanto David como Pablo no pretenden bailar a la perfección, porque la sensación que quieren generar es justo la contraria. La expresividad de sus cuerpos tiene que expresar la improbabilidad de las cosas, incluida la de que lo que no es normal, tiene que llegar a parecérnoslo.

Creo que no es fácil definir una obra como esta. Y sin embargo, si que se las sensaciones que me ha generado. Sé que lo disfruté, no solo por el hecho de lo que quieren transmitir. Sino porque siempre he admirado y admiraré que haya autores que decidan emprender proyectos diferentes, donde mezclen un conjunto de disciplinas escénicas de forma totalmente libre, y donde impera la intensidad. Ellos se definen, creo que muy acertadamente, como teatro bastardo.

Creo que no recomendaría un espectáculo así a todos los públicos. Solo lo haría a aquellos que quieran abrir su mente y que quieran realmente encontrarse en un lugar fuera de lo común. Si ese es tu caso, pásate por la Sala Hiroshima y adéntrate en el concierto que te ofrece LA BANDA DEL FIN DEL MUNDO.

Crítica realizada por Diana Limones

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES