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30.12.2015 Críticas  
Una preciosa escenografía pero nada más

Hay musicales que son un éxito de por sí. Éxitos que hay que ver y que, año tras año, se convierten en una apuesta segura para el público y, sobretodo, para el productor. Este es el caso de CABARET un espectáculo que tiene tenía todo para ser un éxito.

CABARET es un éxito indiscutible en Madrid. Ahí no puedo apelar. Cuando estuve, el Teatro Rialto estaba a rebosar y eso, en el gremio, nos alegra muchísimo. Pero, más me alegraría si ese éxito se debiera a la calidad del espectáculo y no a caras televisivas. Y es que la última versión de CABARET en Madrid cojea de donde peor puede cojear; de sus protagonistas.

Cristina Castaño y Edu Soto son las dos caras principales del espectáculo. Acompañados por Daniel Muriel, los tres llevan el peso del espectáculo como Sally Bowles, Emcee y Clifford; respectivamente.

En el caso de Soto y Muriel, el espectáculo queda muy bien sostenido hasta ciertos puntos de la historia. Ambos, amos del escenario en sus apariciones, nos presentan unos personajes bien construidos pero poco resolutivos.

Daniel Muriel, Clifford, crea un personaje sencillo pero atrayente en su primera parte. Pero a medida que avanza, este queda muy relegado a un muy segundo plano, importando muy poco en la producción y diluyéndose con el fondo. En su reaparición estelar hacia el final de la obra, este llega a ser exagerado en puntos álgidos e intensos como el llanto en la perdida.

Por su lado, Edu Soto presenta un Emcee diferente. Perfecto en lo que él sabe hacer; la comedia. Aunque para mi gusto queda demasiado comedido en el desafío hacia el público. No hay desafío, no hay provocación. Este desafío cae al ritmo que la obra avanza, llegando a perder el personaje en el momento que la gente no aprecia el cambio que el actor realiza frente a la opresión de la Alemania nazi. Sus apariciones finales, totalmente dramáticas por guión, hacen que la gente ría y no vea la tragedia subyacente en la obra. Puede que el exceso de bromas durante la función ayude a la perdida de la seriedad del personaje; quién sabe. Lo que está claro es que el personaje se pierde hacia el final de la obra y nadie lo toma en serio.

Por otra parte, la cara principal de CABARET, Cristina Castaño, queda bastante resolutiva en el acting de la obra pero no en el canto. Obviamente, tras varios años en televisión, no podemos más que recordar a Judith Becker (la come-cocos en LQSA) en más de una aparición de la actriz; quién tiene varios dejes del personaje televisivo. Aun así, el personaje de Sally Bowles queda extrañamente aceptable en la historia pero, como decía, no en los momentos de canto.

En CABARET Sally canta, encandila, muestra su destrozo personal a través de las canciones; cosa que Cristina no consigue transmitir. Canciones como “Maybe This Time” o “Cabaret” duelen al ver a la actriz no llegar a las notas y que estas escapen sin control. Puede que el motivo fuera el cansancio de las fiestas navideñas (así lo quiero entender) pero al ver la interpretación de la canción CABARET de ese día, no puedo estar más de acuerdo con una compañera de profesión: “muy bien gritado”.

Por otro lado, he de felicitar a cuatro actores y cantantes que hicieron que disfrutara desde la butaca. Ellos son Fernando Samper (Herr Ernst), María Adamuz (Froilan Schneider), Enrique R. del Portal (Herr Schultz) y Pepa Lucas (Froilan Kost). Ellos dieron sentido a mi visita al musical realizando sus personajes a la perfección.

Finalmente, como mención especial, he de felicitar al escenógrafo y al iluminador del musical; Ricardo Sánchez Cuerda y Juanjo Llorens. Maravillosa e inesperada escenografía junto a un diseño de iluminación fantástico para todos los cuadros del musical. El cuadro final es apoteósico e hizo que aplaudiera a rabiar un trabajo que casi nunca es reconocido por el público.

En resumen, salí del musical decepcionado. Decepcionado por la moda de poner personajes televisivos como cabeza de cartel cuando no están preparados para ello solo por arrastrar al público al teatro. Seamos consecuentes. Hacer un musical no es fácil; se ha de estar preparado y no todo el mundo vale. No es como tratar de hacer un buen número musical en los Goya (cosa que brilla por su ausencia).

Y es que, parece que la tónica de este país cada vez está más relegada al leitmotiv: “Pon un famoso en tu cartel”. El teatro español tiene grandes profesionales de la interpretación que hacen un trabajo maravilloso, y ya es hora que se les tenga en cuenta.

Como decía, CABARET… Una preciosa escenografía pero nada más.

Crítica realizada por Norman Marsà

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