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28.12.2015 Críticas  
Pásame el lápiz de labios

Durante estas semanas, el Teatre Nacional de Catalunya ha programado la última obra dirigida por Álex Rigola: EL PÚBLICO. Si bien es cierto que esta es una obra compleja, la dirección que Rigola impregna en ella ayuda, aun más si cabe, a divagar en una obra teatralmente complicada.

Señor… EL PÚBLICO. Esta es la frase recurrente que nos centra y nos ayuda a recuperar el hilo de la historia. Una historia “descolocada”. Una historia cuyo argumento genérico es el teatro. Pero que dentro de lo genérico, puntualiza en algo más específico: el teatro abstracto. Un sentimiento que desborda y que te hace salir al mundo “con-pulso”.

EL PÚBLICO no es una obra lineal. Por no decir, no es, incluso, una obra literal. Cuentan que la obra que aquí se escenifica estuvo bajo llave durante más de 40 años tras la muerte de Lorca quien la confió a un amigo cercano para su custodia. Una obra que, desde que salió a la luz (estrenada en España por Lluis Pasqual en 1987 en el María Guerrero de Madrid), ha traído discusiones, y que el mismo escritor nombró como demasiado adelantada a su época. Puede que por ello, al relegarla en el olvido, esta muriera sin acabar de señalizar algunos de sus capítulos.

EL PÚBLICO es una colaboración del Teatro de la Abadía de Madrid (donde la obra fue un rotundo éxito) y el Teatre Nacional de Catalunya. La obra rompe los esquemas de todo aquel que va a sufrirla disfrutarla. No es una obra al uso. Es un montaje experimental que quema, que remueve, que te introduce en él para retenerte en contra de tu voluntad antes de soltarte, finalmente, en un mar de dudas sobre lo abstracto; sobre el teatro bajo la arena.

Lorca trató de juntar en una misma obra el teatro al aire libre y el teatro bajo la arena. O lo que es lo mismo, el teatro comercial y usual, y el teatro abstracto y experimental. Una forma de contraponer lo que en la época se hacía y el deseo del cambio a lo arriesgado. La gran dicotomía entre lo aceptado y lo ¿aceptable?

Lorca trata así de introducir al respetable en el mundo experimental, en un mundo que aparece tras las cortinas plateadas, bajo las butacas de la platea donde Julieta sufre destrozada, bajo la arena en la que te escondes para llorar. Un mundo teatral extraño y convulso, un mundo que quieras, o no, te arrastra. Una ambiciosa producción que atrae al respetable para conseguir lo que se propone: desnudarlo intelectualmente, despojarle de todos sus prejuicios adquiridos y alejarlo de las convenciones teatrales para llenarlo de impulsos, deseos, miedos, pulsiones reprimidas y verdad. Incluso verdad.

Señor, ahí está. EL PÚBLICO. Fiel y soberano. EL PÚBLICO.

Crítica realizada por Norman Marsà

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