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07.12.2015 Críticas  
EDIPO REY, la cegadora revolución de la verdad

Teatro de la ciudad nos trae una versión contemporánea y reflexiva de EDIPO REY, dirigida por Alfredo Sanzol. En esta arriesgada propuesta del texto de Sófocles, Sanzol toma la idea esencial de EDIPO REY y lo adapta a un escenario atípico, una mesa puesta para cenar, dándole a la obra un enfoque personal, aunque un tanto difícil de interpretar por el espectador.

La obra da comienzo con la mesa ya preparada para cenar y una luz verde cenital en lo alto del escenario que da un toque de realidad atípica a la escena. Los actores, vestidos con ropas neutras, entran y se sientan a la mesa uno a uno (Paco Déniz, Elena Gonzalez, Natalia Hernandez, Juan Antonio Lumbreras y Eva Trancón). De repente, sin apenas mirarse los unos a los otros y manteniéndose estáticos en sus sitios, comienzan a recitar los diálogos de la tragedia de Sófocles con una entonación perfecta y una maestría sin parangón, sobre todo teniendo en cuenta la dificultad que puede suponer para los actores el estaticismo de la escena a la hora de expresar sentimientos a través del lenguaje corporal; y sin embargo, lo logran con creces.

EDIPO REY muestra claramente la ironía a la que se enfrentan aquellos que creen controlar su propia existéncia, una cruda historia donde Edipo (Juan Antonio Lumbreras) descubrirá que su grandeza está basada en su propia miseria y que es imposible controlar completamente el destino, la historia de un rey que al descubrir la verdad, decidió no ver de nuevo la luz.

El montaje es más bien poco dinámico, posiblemente con la intención de darle una distancia emocional, lo cual resulta poco convencional para un drama clásico y da a pensar que no es una propuesta teatral apta para cualquier tipo de público.

Quedan algo en el aire factores como la luz verde cenital, la mesa puesta y el vestuario neutro de los actores y actrices. Sin embargo, el trabajo interpretativo que nos ofrecen es sublime, en concreto el de Juan Antonio Lumbreras y nos acerca más al tono dramático al que estamos acostumbrados en este tipo de obras.

Crítica realizada por Marc Dalmau

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