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07.10.2015 Críticas  
El Kit Kat Club conquista la Gran Vía

En estos tiempos en que las productoras buscan el éxito rápido, espectáculos basados en películas conocidas, en canciones famosas o en productos altamente comerciales, se agradece la apuesta por un clásico del teatro musical, que tiene una de las partituras más reconocibles de la historia. Sólo falta escuchar el primer redoble de tambor y ya estamos en Berlín.

​ Cualquier musical que se estrene es motivo de alegría, al menos para mí, pero si éste es un musical de la talla de CABARET la alegría puede llegar a ser desbordante. Tener la oportunidad de escuchar canciones míticas tales como Maybe this time; Money Money o la hipnótica Cabaret es algo que siempre es motivo de celebración.

Muchos de nosotros conocimos CABARET gracias a la adaptación cinematográfica del año 1972 y desde ese momento la atmosfera decadente del Berlín pre-nazi nos conquistó. Ese maestro de ceremonias encarnado por Joel Grey. Sally Bowles por la incomparable Liza Minelli, en el papel de su vida, y una historia que tenía tantas lecturas y tantas otras historias paralelas, que consiguieron que nos asombrara el retrato de una época sumamente interesante.

Pero el músical CABARET ya existió en los escenarios antes de esa aclamada adaptación. Se estrenó en 1966 y desde ese entonces se ha visitado y revisitado continuamente en diferentes adaptaciones. En Madrid se estrenó una inolvidable versión hace unos años ya, y los que pudimos verla nos quedamos impresionados por la recreación de esa historia y la fuerza que tenía ese elenco. Con tantas referencias y expectativas en la mente es inevitable acudir al estreno con cierto miedo a las comparaciones.

La versión que se presenta en el teatro Rialto de la Gran Vía, es una adaptación de la primera versión del musical en Broadway. Sorprende al entrar, ese telón que es casi un espejo en el que se puede ver la platea poco a poco llenarse de espectadores. Y suena el redoble de tambor y, aparece Edu Soto como Maestro de Ceremonias y suena Wilkommen… una sensación recorre la platea, estamos en Berlín y vamos a dejar los problemas afuera porque en ese Cabaret todo es divino, las chicas son divinas, hasta la orquesta es divina.

Una escenografía que en principio parece sobria, se va revelando espectacular, la orquesta situada en la parte alta del escenario da el toque magistral y de ahí en adelante el espectáculo coge fuerza de manera progresiva, gradualmente se llega a momentos de gran belleza y de gran fuerza teatral.

La historia y la partitura están fuera de toda discusión, y el desarrollo del drama se sigue con emoción. Si bien percibo que se han dulcificado algunos temas, no queda duda de que lo que está ocurriendo fuera de ese Cabaret es algo que va a afectar para siempre la vida de todos los personajes.
Centrándonos en las interpretaciones, Edu Soto como Maestro de Ceremonias está incontestable, no agarra al público en el primer momento, pero poco a poco consigue captar la atención, no solo por su buen hacer como cómico sino también por la fuerza en los momentos más dramáticos.

Cristina Castaño tiene la tremenda responsabilidad de dar vida a Sally Bowles, no solo darle vida sino interpretar dos de los temas más conocidos y con más carga dramática de toda la obra. Aunque a mi parecer en la interpretación de esos temas la fuerza se queda corta, quizá por la carga de esos temas y el miedo a descontrolar la voz, he de decir que consigue sacar adelante esos momentos que todos tenemos en la retina.

Marta Ribera, tremenda y polifacética, está increíble en su papel de Schneider y todos los demás no solo están a la altura sino que consiguen darle al espectáculo un color y una textura de gran espectáculo.

El show funciona con gran agilidad, y vamos pasando de la comedia al más terrible drama casi de manera desapercibida hasta que de golpe, un tremendo efecto, nos hiela la sonrisa. La historia se abre paso y el horror se adueña del espectáculo. Eso es CABARET.

Señoras y señores, tener ese espectáculo en la Gran Vía es simplemente un regalazo a todos los amantes del género. Entren al Kit Kat Club, dejen sus problemas afuera y déjense llevar por la magia de un espectáculo que brilla y cautiva.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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