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01.09.2015 Críticas  
Se instalan en Madrid las Drags más entrañables de Australia

Vuelve por segunda temporada el musical con más purpurina, más plataformas y más pelucas nunca visto. El autobús con más glamour de la capital se pone en marcha de nuevo para llevarnos al viaje más disparatado imaginable.

PRISCILLA, REINA DEL DESIERTO, forma parte de ese tipo de musicales que ya deberían clasificarse en otra categoría, la de esos musicales jukebox, que aderezan la historia utilizando éxitos más que conocidos por el gran público, ya sea el caso de “Mamma Mia”, que sigue llenando teatros en el mundo entero, remezclando los hits de Abba, u “Hoy no me puedo levantar” que hizo lo mismo, utilizando los éxitos de Mecano, y que cosechó un éxito más que notable en nuestro país. Vinieron y se fueron otros musicales jukebox con mayor y menor fortuna, así que solo era cuestión de tiempo que Priscilla llegara a Madrid.

He de reconocer que en la primera temporada fui reacio a acercarme al teatro a ver la propuesta, todo y que según se nos contaba, esta venia integra desde el West End londinense, y que incluso el famoso autobús, pieza clave de la escenografía, era el mismo que se había usado en la capital inglesa.

Así que cuando se anunció que por una segunda temporada tendríamos a PRISCILLA, REINA DEL DESIERTO, en Madrid, me quité los prejuicios y me dispuse a viajar al centro de Australia.

Y he de reconocer que disfruté y mucho de un espectáculo más que logrado, explosión de color, toneladas de canciones pegadizas y mucho, mucho brillo por todas partes.

A favor, que la mayor parte de las canciones sean interpretadas en inglés, que las tres divas que aparecen colgando del techo del escenario tengan unas voces increíbles, que el derroche de trajes sea un no parar y que den ganas de subir al escenario a bailar – hecho que algunos afortunados consiguen-. Un cuerpo de baile excelente, orquesta en directo y personajes que divierten y enternecen a partes iguales.

Los tres protagonistas están equilibrados, todos tienen su momento, y lo resuelven con nota. Los personajes secundarios, desde la esquizofrénica asiática arroja pelotas, -divertida a más no poder-, al entrañable mecánico y el pequeño niño que no se escandaliza, al descubrir que su padre tiene más zapatos de tacón que su madre. Todos están en su justo punto de presencia, dejando el protagonismo a los tres personajes que llevan el peso de la historia.

En contra, algunas partes habladas no son fácilmente entendibles y quizás en algún momento el espectáculo se alarga más allá de lo necesario, la capacidad de síntesis en este tipo de espectáculos no suele hacer acto de presencia y parece que lo de “menos es mas”, tan repetido en el mismo show, podría ser aplicado en algún momento que quizás sobre.

En resumidas cuentas, PRISCILLA, REINA DEL DESIERTO, se disfruta con una constante sonrisa en la cara, con un tremendo esfuerzo para no ponerse a bailar sin parar, y con un deseo irrefrenable de pillar el primer autobús que salga dirección Australia.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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