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14.02.2015 Críticas  
NORMA, una obra maestra del belcantismo

Bellini tiene una sensibilidad en sus composiciones que pocos llegan a plasmar. La exigencia vocal que esconde, la caricia de las notas con voces susurrantes, los legato perfectamente ejecutados, el brillo en los agudos… Todo ello hace de NORMA una pieza de colección.

NORMA es la antepenúltima ópera que Vincenzo Bellini creó en su extensa carrera como compositor. Con ella, hizo un cambio en sus creaciones, dejando atrás sus anteriores composiciones para centrarse en las tragedias. NORMA fue su primera y más difundida tragedia lírica.

Esta ópera que fue estrenada en La Scala de Milán el 26 de diciembre de 1831, se considera un ejemplo de la mayor altura de la tradición belcantista; el estilo vocal que se desarrolló en Italia desde finales del siglo XVII hasta mediados del XIX.

NORMA cala bien hondo en el espectador al disponer de un primer acto perfecto en el que la sacerdotisa fragua entre lo divino, lo secreto, el infanticidio y la venganza.

Dentro de la ópera, y muy cercano al inicio del primer acto (a escasos 30 minutos), podemos encontrar una de las arias más reconocidas del siglo XIX, «Casta diva»; que continúa siendo una de las más populares del repertorio lírico. Tanto, que podemos encontrarla como banda sonora de un conocido anuncio de perfumes.

La delicadeza, pero exigente interpretación y control de la respiración de la soprano dramática Tamara Wilson, enmudece al espectador quien fija su vista en ella, contiene la respiración y no parpadea hasta finalizar el aria en un estruendo y largo aplauso. Aplauso que solo pudo verse igualado por la interpretación de Annalisa Stroppa como Adalgisa en el aria «Sgombra è la sacra selva»; quién sorprendió al público con el sentimiento impregnado en cada una de las notas que proyectaba.

La ópera NORMA, se caracteriza, musicalmente, por sus melodías largas, dramáticas, muy ornamentadas e intensamente emocionales. Aunque el primer acto de la opera es frenético en lo que a historia se refiere, y bello en lo que a ornamentaciones y juego vocal; el segundo acto, se convierte en un letargo perpetuo entre la dialéctica interna de Norma, junto a las decisiones de Adalgisa y Pollione. NORMA debe decidir entre el infanticidio y la venganza, o la confesión y el amor eterno.

Debemos destacar la escenografía de David Korins, la cual, llena de detalles, hace que el espectador se adentre por el gran porticón, hasta situarse en el interior de un pueblo de la edad media. Hemos de hacer mención especial para la iluminación, a cargo de D.M. Wood, quien impregna el escenario de color para situarnos en un aspecto cronológico impactante.

NORMA, se convierte por su belleza en una ópera que hay que disfrutar. Conoceremos un personaje lleno de matices, la cual se contradice, se arrepiente, se justifica, ama, amenaza, perdona y, sobretodo, emociona.

Crítica realizada por @normanmarsa

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