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18.01.2015 Críticas  
Un TENORIO que irrita pero que causa cierta admiración

DON JUAN TENORIO de Juan Mayorga y Blanca Portillo es una revisión de un clásico del teatro español pasado por un tamiz inesperado que provoca admiración y rechazo a partes iguales.

El binomio Juan Mayorga en la adaptación y Blanca Portillo en la dirección lleva a escena este reverenciado clásico de Zorrilla dotándolo de unos matices tan atrevidos y originales que consiguen sorprender al público causando no pocas sensaciones incomodas en más de una escena.

El TENORIO es un personaje sobradamente conocido, un rufián violento y mujeriego que se jacta continuamente de sus despiadados actos. El imaginario colectivo ha conseguido que este sea un personaje que cae en gracia, y normalmente hasta se llega a empatizar con este gamberro simpático. Pero, ¿qué ocurre cuando le quitamos esa gracia y lo mostramos tal como lo que es, un desdeñable hombre sin escrúpulos ni moral? Lo que sucede es que nos encontramos ante un personaje que nos irrita pero que a la vez no deja de causarnos cierta admiración.

La versión que ahora llega a Madrid, con todas las entradas vendidas en todas sus representaciones, deja un sabor agridulce. La escenografía fría y oscura es efectista y consigue reflejar los oscuros motivos de muchos de los personajes que aparecen en escena, los cambios de escena coreografiados, como si de una danza macabra se tratara, están integrados de forma curiosa en el montaje. Si bien, en mi opinión deberían ser más ágiles ya que el montaje se alarga a las dos horas y media sin interrupción y quizás aligerando esos cambios se lograría una reducción en la duración del montaje.

El papel principal corre a cargo de José Luís García-Pérez, actor de dilatada trayectoria y que borda este descarado TENORIO, destacando los momentos en que la adaptación deriva hacia la comedia y que los actores resuelven con maestría.

El resto del reparto está bien conjuntado. Mención especial para el papel de la novicia Doña Inés, siempre vista a través de de un prisma de candidez que aquí se despoja por completo tanto de manera literal como emocional de toda candidez y pudor posibles.

La sensación que me invadió al ver el montaje fue la de una contenida admiración ante el atrevimiento de poner en pie una adaptación tan controvertida sabiendo que provocaría elogios y odios por igual. A mí no me queda más que elogiar el valor de darle la vuelta al mito y enfrentarlo al público sin medias tintas.

Crítica realizada por @mcalabau

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