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04.11.2014 Críticas  
Una sala de espera que se desespera

EnPlatea visitó la sala negra de los Teatros del Canal para disfrutar de LAS NIÑAS NO DEBERÍAN JUGAR AL FUTBOL, un texto que capta la atención y sorprende al espectador gracias a la originalidad del texto de Marta Buchaca y el buen hacer del trío actoral.

La situación que se plantea ante el espectador desconcierta en un primer instante, sobre todo al intentar relacionar el titulo con el hecho de que nos encontramos ante una sala de espera de un hospital donde tres personajes que se desconocen entre ellos coinciden para intentar averiguar cómo se hallan sus seres queridos que han sufrido un accidente de tráfico. Lo curioso del caso es que los tres accidentados al parecer no tenían ninguna relación entre ellos pero misteriosamente se hallaban en el mismo vehículo accidentado, lo que provoca el desconcierto entre los tres desesperados familiares que aguardan noticias sobre el estado de salud de sus queridos familiares en esa aséptica sala de espera.

Pronto con las idas y venidas de los personajes se va desentrañando el misterio, pero eso pasa a un segundo plano cuando nos damos cuenta de que lo que verdad importa no es tanto el estado de salud de los accidentados como el estado de las relaciones personales de esos con los que han acudido a la llamada del hospital.

La escenografía, simple pero efectiva, consigue que nos metamos en ese frío ambiente que reina en las salas de espera de los hospitales. Poco a poco, vamos averiguando el porqué del título de la obra y le vemos el significado que no vamos a revelar aquí.

Dos de los tres personajes están bien definidos mientras que el tercero en discordia – el novio de la chica accidentada- quizás carece de la fuerza que tienen los otros dos, hay que destacar la interpretación de Marta Calvó que pasa de ser una histérica y posesiva madre a enfrentarse con la agria realidad de la relación con su hija de 12 años.

La obra es una reflexión sobre las relaciones familiares y lo tóxicas que algunas de ellas pueden llegar ser. De cómo no todo es lo que parece y sobre cuanto bien haríamos si nos acercáramos a nuestros seres queridos para ver en realidad lo que les ocurre.

LAS NIÑAS NO DEBERÍAN JUGAR AL FUTBOL sorprende por su originalidad y porque a pesar de ser una situación poco común la sensación es que cualquiera de nosotros podríamos vernos sorprendidos no por un accidente de tráfico sino por descubrir que no lo sabemos todo de los que nos rodean.

Crítica realizada por @mcalabau

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