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02.06.2023 Críticas  
Ella (sigue) siendo mucho

Hace casi tres años que vi la maqueta de Cucaracha con paisaje de fondo, dentro del Surge Madrid, en Nave 73, y el proyecto no ha hecho más que yassificarse, ahora en el Teatro Quique San Francisco de Madrid. Maternidad, mujeres a remojo, terquedad, empirismo y rechazo al consumo de huevos. Javier Ballesteros ha creado un clásico contemporáneo.

François Ozon y Almodóvar le querrían hincar el diente a esta tragicomedia que es todo un homenaje al cine noir, al verso y al costumbrismo español. El encierro voluntario de estas mujeres en un balneario donde son sometidas a sigilosos tratamientos capilares y corporales, preparando cuerpo y mente para alojar en su interior su aportación a la sobrepoblación en la Tierra: un bebé. Este podrá ser azul, o explotará espontáneamente, o será una persona extraordinaria como su madre, o no será gilipollas. Javier Ballesteros fue el director de mi función, Federico; donde las madres futuras y staff del lugar son interpretadas por Eva Chocrón, Virginia de la Cruz, Matilde Gimeno, María Jáimez, June Velayos y Laura Barceló.

Pablo Chaves escenógrafo y encargado del vestuario para este Cucaracha con paisaje de fondo sigue su línea de excelencia, como está demostrando en todo proyecto que cuente con él. Con la iluminación de Juan Seade el espacio que ha creado y la atmósfera que genera me lleva una vez más al cine: es Persona, de Bergman, con esa confrontación entre la fantástica bruja de María Jáimez y la Rosa de June Velayos. Es el Macbeth de Joel Coen cuando se forma el coro de las enfermeras e internas. Es Almodóvar en esa sesión de terapia imaginando cómo serán les hijes que vendrán.

En este segundo acercamiento, o bueno, más bien primero porque aquella Cucaracha era la común que encontramos en nuestras casas, y esta Cucaracha ha alzado el vuelo que aquella otra aún no había emprendido. Esta Cucaracha con paisaje de fondo tiene alas, y es pelirroja, y se lanza contra la cara del espectador con el ímpetu que le da el verso, y el extraordinario código de la interpretación, que la complicidad con (y de) la compañía le permite a Javier Ballesteros jugar con todas ellas, cambiando todo con un simple cambio de peluca.

Los dos Max que obtuvieron por mejor espectáculo revelación y mejor autoría revelación (irse sin hacer pleno por el mejor espacio escénico se siente como un robo), no están justificados, sino que constatan lo extraordinario de la propuesta, y les cuela en esa primera división, actualmente acomodadísima y soporífera, de la programación en los teatros estatales, rompiendo ese techo de cristal que artistas del Off aún encuentran. Gracias a las muestras, el apoyo de las salas pequeñas y la confianza en proyectos y creadores, por encima de la rentabilidad, el gran público puede disfrutar de espectáculos como este, sin abandonar la comodidad de su butaca de abonado ni desgastar sus suelas pateando salas en los márgenes. Yo, como buena cucaracha, seguiré arrastrándome hacia el amparo y las alegrías que me dan la oscuridad de las salas arriesgadas y amigas. Je suis Cucaracha.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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