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17.05.2023 Críticas  
Contra el influencer triste

Aunque la producción de un maestro de las letras alemanas como Johann Wolfgang Goethe es extensa, toda su vida se le recordó por una de sus obras de juventud, Las penas del joven Werther. Ahora se presenta en el Teatre Tantarantana de Barcelona una versión teatral de esta última novela, pasada por el filtro millennial.

Les penes del jove Werther representadas estos días en el Ático del Teatre Tantarantana surgen del trabajo de Miquel Mas Fiol dentro del proyecto de residencia de dirección de la sala y el programa #fàbricadecreació. Como tal, es la segunda pieza de la trilogía de Fiol que inició el año pasado con su particular versión del Cándido de Voltaire; y si allí utilizaba la experiencia del actor protagonista para plantarle cara al falso optimismo del mundo que nos rodea, aquí hace lo mismo con la actriz elegida, Mel Salvatierra, con el negocio de la tristeza como línea maestra.

Como tal, hay muy poco del Werther de Goetheen el Werther de Fiol. Lo que ha hecho Fiol como dramaturgo es desintegrar Werther, destilarlo, y quedarse con un par de hitos argumentales y paraficcionales muy someros: el fracaso circunstancial de alguien, por otra parte, exitoso. La muerte. El dolor como negocio. Coger esos elementos y ponerlos en paralelo a nuestra sociedad de hoy, y en particular a la experiencia, sensibilidad y lugares comunes de la generación millennial. Que nadie se espere una traslación o adaptación del Werther de Goethe, por tanto. Pero lo que se encontrarán los espectadores es probablemente mucho más interesante.

Y la razón principal es Mel Salvatierra, una actriz sin la que se hace imposible concebir la obra tal y como se representa. No solo por su versatilidad mostrándose vulnerable, irónica, enfurecida, nostálgica (la nostalgia bien pero sobre todo la nostalgia mal), divertida, desesperada… Un abrirse en canal emocional que, podemos marcarlo, también entraría en la serie de conceptos sacados del Werther de Goethe.

Cuando digo que es difícil pensar este Goethe sin Mel es porque ella forma parte intrínseca de la trama, tanto la versión ficticia de ella misma que se enfrenta a la versión ficticia de Miquel Mas Fiol, como las verdaderas experiencias de su vida que se integran de manera indivisible a la trama. Sin Mel, este Werther sería otro, y no hablamos metafóricamente, sino de forma literal. El ejercicio metateatral es consustancial a la pieza. Y esa dificultad para discernir dónde acaba el director, la actriz y el autor de la obra es otro de los éxitos de este Werther de Fiol y Salvatierra. Lo que también conecta con Goethe, que se expuso mucho al introducir elementos clave de su propia vida y de la gente que conocía en su novela. Al final va a haber aquí más Werther original (pun intended) de lo que parecía…

Este Werther es a ratos interactivo. A ratos excesivo. Por momentos se grita mucho, algo que parece típico de las obras modernas, como se dice en la propia obra. Se mira al ombligo para odiarse, algo que parece esencial del mundo en el que vivimos. Se expone para lucrarse, y para crear, para aspirar a llegar a algo sincero, real y valioso, como obra, como personas y como interacción de personas. Al contrario que Werther, suicida al ser consciente de que alguien tiene que morir para salir del triángulo amoroso al que se ha visto abocado pero incapaz de hacer daño a un ser humano, Mel Salvatierra (o al menos la Mel Salvatierra personaje), supera con ayuda las barreras autodestructivas que la rodean y, por ponerlo en términos hamletianos, planta cara al mar de problemas que la acecha.

En esa fase, como en otros momentos metateatrales de la obra, no solo se habla de los complejos que permanentemente aquejan a la gente de teatro, sino también de los apoyos que presta el mundillo, en experiencia y en aliados. Volvemos a Shakespeare, ahora al macbethiano: contra lo que pueda parecer que proclama el Werther de Goethe, aquí se sugiere que la vida no es solo una sombra ambulante ni un mal actor, y que desde luego no tiene por qué ser un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia sin llegar a significar nada.

Quizás Goethe, como él mismo dijo sobre el optimista final alternativo que escribió Friedrich Nicolai en 1775, opinaría que esta obra se caga sobre su Werther. Quizás lo haga. Y quizás, habida cuenta de que en su tiempo se suicidaron no menos de 40 hombres siguiendo los pasos del protagonista, ya era hora de que alguien lo hiciera…

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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