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08.05.2023 Críticas  
Not today Satan

Helena Tornero y Andrés Lima crean este Paraíso perdido, partiendo del poema narrativo de John Milton, y que llega al Teatro María Guerrero de Madrid, tras haber sido estrenado en el pasado Festival Grec de Barcelona. El pecado original, el libre albedrío y el oficio del actor son sometidos al juicio divino.

Los doce libros y más de 10.000 versos sin rima de Paraíso perdido de John Milton sirven a Helena Tornero y a Andrés Lima para componer este montaje en siete actos, que finaliza con La carcajada de Dios, tras asistir a la caída de Satanás (Cristina Plazas) y 199 demonios más, quienes quieren reorganizarse para tomar el Cielo del que han sido expulsados, pasando por arrasar el nuevo capricho de Dios (Pere Arquillué), el Paraíso en la Tierra, donde Eva (Lucía Juárez) y Adán (Rubén de Eguía) habitan un jardín donde todo les es entregado, menos el Conocimiento, el cual ya sabemos cómo llega al jardín en forma de serpiente y a lo que les condena etcétera etcétera etcétera.

La resultona escenografía de Beatriz San Juan, con iluminación de Valentín Álvarez (AAI) y video creación de Miquel Àngel Raió anticipan la espectacularidad de lo que va a ocurrir en escena, sino fuese porque la adaptación a la sala parece que no encaja porque lo único que veo son cables, y cuerpos que pasan por delante de proyectores, y actores-pantalla con una pantalla a su espalda cuya sombra rompe el trabajo de la video creación, o proyecciones sobre cuerpos que anulan el trabajo de vestuario de Anna Tusell, porque nada de todo este montaje con obstáculos parece premeditado.

Cuando dejo de ver cables y proyecciones-interruptus me intento concentrar en el trabajo actoral con la dirección de Lima, y bueno, aquí la cosa cambia, y hasta hubiese preferido un espacio vacío que el texto llenase. Cristina Plazas como Satanás está correcta aunque quizás su recitar se siente plano por el espesor de los versos, máxime cuando tienes a Pere Arquillué como Dios, comodísimo en la construcción de su personaje y haciéndose con cada recoveco del escenario renqueando con su bastón, o sentado en una silla; se siente que todo eso lo ha creado en seis días y al séptimo descansó. Sus combates dialécticos, sus rencores de Hijo a Padre se disfrutan cuando ocurren, pero se anhelan cuando no ocurren.

La Culpa (Laura Font) y la Muerte (María Codony) son un buen coro, y sus intervenciones musicales enriquecen la escena, pero su movimiento en escena y perenne presencia, aunque justificada por los significados de sus personajes, la percibo torpe y gratuita en su sexualización, como cuando a Eva la descubren y se revela como mujer porque un hombre lo decide así; esa mirada de deseo masculina quizás hay que hacérsela mirar.

La pantalla-tótem que introduce el Paraíso a los primitivos Adán y Eva, excelente decisión que espero remueva a señoras y señoros en sus asientos, está magníficamente resuelta si no fuese por la superposición de pantallas y cables cables cables. Rubén de Eguía, buen Adán, señor del jardín porque Dios le hizo así, simplón, obediente y recién salido del cuadro (no expuesto) del Museo del Prado, El primer beso (1891) de Viniegra y Lasso de la Vega. Lucía Juárez, potente Eva, curiosa Eva, e insumisa Eva, cuyo único pecado fue el cuestionarse el statu quo y ser señalada y castigada por los siglos de los siglos, por todas sus compañeras por ella primera.

Los actos quinto y sexto, donde se juega con la creación del actor, se contemporaneiza el mensaje y Satanás sale del letargo que arrastra desde su caída al Infierno me salvan un montaje denso y cadencioso, que aunque preciso y correcto en todos los aspectos, no me arrebata mas que cuando se castiga (al menos en mi función) al único espectador que desde la fila 3 mantuvo la pantalla encendida de su móvil, con el brillo al máximo, durante los primeros minutos, y que fue convertido en El Hijo de Dios y expuesto al acusador foco que desde el escenario le señalaba: justicia divina.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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