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03.05.2023 Críticas  
Todo sea por lo incierto del futuro

La Compañía Solitaria ha estrenado Mal de coraçon en el Teatre Nacional de Catalunya en Barcelona. Una obra con autoría de Victoria Szpunberg, dirección de Andrea Jiménez, e interpretaciones de Júlia Barceló, Pol López y Pau Vinyals que mezcla lo místico con las historias de tres personajes que no logran situarse en el mundo.

Mal de coraçon es una de las maneras con las que Santa Teresa llamaba su enfermedad. No se sabe a ciencia cierta qué sufría exactamente, pero lo que sí es evidente es que su relación con el dolor era fuerte e intensa.

La obra que se presenta en la Sala Tallers del TNC presenta a tres personajes agónicos y medio alcoholizados que sufren algún dolor en el alma. Dos de ellos, son clientes del bar (uno muy asiduo), y ella, es la camarera que lo regenta. El bar, un sitio de reunión y casi peregrinación, se convierte en un espacio que, como el convento, reúne a gente que de alguna manera necesita huir de lo cotidiano. Almas sedientas, fieles al lugar que habitan, que pueden tener visiones, si no místicas, al menos distorsionadas.

La camarera (Júlia Barceló), que en realidad es actriz, prepara un casting para un musical sobre Santa Teresa; un enamorado resentido y medio paranoico (Pau Vinyals) que cree que su pareja le ha dejado por Dios, y un profesor de filosofía moribundo y fracasado (Pol López) que desea ser redimido. Todos ellos, son antihéroes sin rumbo que no encuentran su sitio en el mundo. Fuera, un diluvio ha detenido la ciudad.

La extraña y seductora obra de Victoria Szpunberg tiene giros y cambios de rumbo a tutiplén. Lo que parece iniciarse de una forma, hace desgarrar una capa tras otra para poder mostrar algo más que, a simple vista, está ahí pero no podemos ver. Una dramamedia que no solo habla de lo que los personajes ansían o buscan, sino que también tiene espacio para hablar de Santa Teresa, de quién era, de dónde era… de lo místico en sí y, sobretodo, del teatro. Este género que tantos amamos y que, en ocasiones, dudamos de él. Un género al que se le hace justicia en este juego de confusiones y versos en repetición mientras uno de los personajes prepara su audición.

La dirección que Andrea Jiménez impregna en escena es sincopada. Con un ritmo frenético que en ocasiones parece reducir su marcha para acercar los versos místicos de Santa Teresa y, a su vez, algo más ligero para dejar respirar estas elucubraciones etílicas que impregnan el ambiente. Conexiones entre escenas que se convierten en una absoluta delicia.

En la parte actoral, subrayar el juego absurdo que sus intérpretes (Júlia Barceló, Pol López y Pau Vinyals) disfrutan en escena, creando momentos álgidos que exaltan las escenas, entregándose a una dinámica que confluye con la realidad y con las visiones místicas que alguno de ellos tiene del mundo y su alrededor. Así nos obsequian con una fiesta, a la que acudimos desde la butaca, que es tan exagerada como veraz. Resaltar sus sobresalientes interpretaciones. Ninguno destaca por encima de los demás, es más, se complementan y se engrandecen. Tres fieras que lo dan todo en escena y nos arrastran con ellos en lo que llenan el vaso.

Por último, destacar la escenografía de Judit Colomer Mascaró, la iluminación de Conchita Pons y el espacio sonoro de Lucas Ariel Vallejos. Quienes, con poco pero efectivo, nos meten de lleno en la historia y nos trasladan a ese bar que todos conocemos; bajo ese ambiente de alcoholismo rancio que rápidamente se transforma.

Sinceramente, he de decir que acudí a ver Mal de coraçon en su noche de estreno pensando que sería una obra interesante pero no por ello especial. Y lo que me encontré hizo que clavara mi vista durante la hora y cuarto de duración en algo que me sedujo gratamente. No sé si aun quedan entradas pero, si es así, volveré y me tomaré una birra con vosotros mientras nos hacemos unos canturreos. Ir preparando el karaoke. Todo sea por lo incierto del futuro.

Crítica realizada por Norman Marsà

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