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11.04.2023 Críticas  
Nuestra historia

María Adánez y Pepón Nieto representan en el Teatro Bellas Artes de Madrid ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra bajo la dirección de José Carlos Plaza. Tres décadas y media después de su estreno en 1987, la obra regresa a la cartelera para gritar contra el olvido.

¡Ay, Carmela! es la historia de dos artistas ambulantes –Carmela y Paulino- que se dedican a ir por los pueblos llevando su espectáculo a cuestas. Un día, por error, cruzan la línea del frente y acaban en el bando fascista, concretamente en Belchite, donde se ven obligados a improvisar para divertir y celebrar por todo lo alto la victoria de los sublevados. En España, cualquier acto conmemorativo de la represión franquista o fascista no es visto como un acto de reafirmación democrática, como sí ocurre en otros países. Incluso se permite hacer apología del franquismo y de la represión frente a la ausencia del reconocimiento del dolor y sufrimiento de aquellas personas que vivieron la Guerra Civil desde el lado de los perdedores y que merecen la construcción de un relato teniendo en cuenta su condición de víctimas.

Pero ahí está Carmela con su verdad, su pasión y su valentía para recuperar esa memoria que se construye como alternativa al silencio y que posibilita que los testimonios que no quieran ser escuchados, puedan expresarse y que esas voces, tanto tiempo calladas, puedan ser oídas.

Qué necesario es el teatro cuando, además de estar destinado a entretener, también supone una herramienta de reflexión y de transformación social para reconocer una parte de la historia olvidada y silenciada que implica significar a todas aquellas personas que sufrieron sin ser reconocidos o fueron estigmatizados y discriminados sin poder restaurar, aunque sea de un modo más o menos simbólico, su dignidad o la de sus antepasados.

Uno de los puntos fuertes de este montaje, además del apartado interpretativo del que hablaré a continuación, es la puesta en escena de José Carlos Plaza en la que destaca la maravillosa e idónea escenografía de Javier Ruiz de Alegría que también se hace cargo de la iluminación. El escenario está presidido por elementos que evocan un antiguo teatro, ya en desuso, del que entran y salen los dos personajes. Otros elementos escenográficos relevantes que merece la pena destacar son dos líneas de bombillas de colores, típicas de las fiestas de cualquier pueblo, que dan un toque y un significado muy especial. De hecho, la estética de la escenografía es muy potente y logra captar la atención de los espectadores y espectadores desde el momento en el que ponen un pie en el patio de butacas mientras se acomodan en sus respectivos asientos.

He dejado para el final el trabajo actoral, el cual es absolutamente maravilloso. Pepón Nieto está inconmensurable en su papel, un personaje bastante pragmático que vive en un estado continuo de nervios con todo lo que ocurre en la historia. La elección del actor nacido en Marbella para encarnar a Paulino es todo un acierto porque realiza un trabajo interpretativo lleno de emoción y humanidad, sin perder en ningún momento ese toque de humor que transmite fuerza y fragilidad de manera simultánea. Una interpretación soberbia en la que borda todos y cada uno de los matices del personaje. La otra pieza angular sobre la que gira la obra es María Adánez, que está fabulosa en su papel de Carmela. Su interpretación lo tiene todo, expresión corporal, soltura sobre cada rincón del escenario, baile e incluso canto. Una delicia de elenco.

Termina la obra entre emotivos aplausos y agrado. Considero ¡Ay, Carmela! una obra imprescindible, un montaje exquisito y repleto de una sensibilidad necesaria en los tiempos en los que vivimos. Recuperar la memoria es, en esta ocasión, encender los focos del Teatro Bellas Artes.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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