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24.03.2023 Críticas  
Epistemología del anónimo o la gallina del Apocalipsis

Puede que recuerden el montaje de la Sala Beckett, para otros será una verdadera sorpresa o les traerá a la mente el personaje de Cary Grant en Con la muerte en los talones. George Kaplan ha vuelto a Barcelona sin telegrama que valga. Su no-existencia queda en manos de la cia. La Bella Otero y puede verse en el Teatre Tantarantana. Con la venia de los Illuminati…

Ya lo dijo Homero: cuando tu nombre es Nadie, Nadie ataca a tus enemigos, y ellos no saben contra quien defenderse. Las organizaciones activistas como Anonymous, y la dificultad de articular un movimiento anónimo prescindiendo de los enfoques personales, son el punto de partida de esta comedia del francés Frédéric Sonntag, que pasa en sucesivas escenas a reirse con los gurús contamporaneos del guion audiovisual, los maestros de la ficción en HBO o Netflix, y su influencia en el relato político de la realidad; y por último de los gobiernos en la sombra, monolíticos, manipuladores y con tremendas responsabilidades sobre sus hombros.

Son tres historias que, quizás, son en realidad una y la misma. El texto pone sobre la mesa multitud de cuestiones de alto calado intelectual que no nos son, sin embargo, del todo ajenas, del meta-activismo a la meta-narrativa, sin olvidarse de vez en cuando de poner los pies en el suelo y matizarlo todo desde la humanidad y el día a día de las personas que componen todos esos colectivos manipuladores.

La Bella Otero lleva las riendas de las tres historias con un gran sentido dramático, tanto en la comedia como en los momentos más dramáticos, componiendo sobre todo personajes sólidos a partir de rasgos simples pero muy bien dibujados. Compañía joven (esta es su tercera producción, tras Enterrando a Dodot y Loco Amoris) con gusto por la reflexión epistemológica, habitan con mucha solvencia los distintos escenarios de la pieza, brillando quizás un poco menos en la tercera parte pero más por el propio texto, que se vuelve mucho más estático y domina, literalmente, las acciones. Incluso en eso hay reflexión.

Las dos actrices del grupo, Anna Roy y Emma Arquillué, son los motores de los dos primeros segmentos, y probablemente quienes más brillan en todo el conjunto: Roy como la voz de la disensión anarquista y Arquillué como la maestra de guionistas que conoce, regla y compartimenta todos los secretos de la narrativa, dos papeles antitéticos, de caos y orden, que centran buena parte de las cuestiones y conflictos de sus respectivas historias.

Pablo Macho Otero dirige el espectáculo e interpreta, sucesivamente, a un activista con ambigüedades emocionales y para la causa, un guionista especializado en conflictos bélicos y el líder del gobierno en la sombra. Frente a él, Joan Esteve es una figura intelectual tanto en la primera como la segunda pieza, un Pablo Iglesias con esteroides y un escritor con un pensamiento lateral al del resto de guionistas. Eudald Font compone un alivio cómico en la primera y tercera parte, pero se erige en centro de atención de la segunda, con un atribulado dialoguista que ha dejado de verle la gracia a la vida. Un Rey de la Comedia catártico.

Tristram Shandy, en la famosa novela de Laurence Sterne, se veía incapaz de contar su vida porque la propia vida interfería constantemente con sus intentos de contarla. Como punto de partida, tiene tanto que ver con este George Kaplan como su reflexión sobre el poder de la anonimidad, la manipulación de las historias modernas y la conspiranoia que planean por toda la obra. No todo lo que se dice es cierto, aunque la mentira sea consustancial para la ficción, e imprescindible para que funcione y el pensamiento paranoico cuadre. Aunque ya se sabe que no es paranoia cuando una gallina apocalíptica te persigue de verdad…

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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