novedades
 SEARCH   
 
 

27.03.2023 Críticas  
Cuentos, incendios y guisantes

La Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero de Madrid acoge el homenaje que Los Bárbaros hacen a la tradición oral de la narración en Obra Infinita. Un ejercicio en el que recogen cuentos y canciones tradicionales para construir un relato disidente a través del cual nos invitan a escuchar e imaginar.

Nos adentramos en la pequeña Sala de la Princesa para tomar asiento en una grada circular alrededor de la silueta de un sol (pronto hoguera) grabado sobre el suelo. Los espectadores inevitablemente nos observamos unos a otros como partícipes de un rito o miembros de una comunidad cuyo propósito sólo sospechamos. Los actores se van incorporando paulatinamente a este anónimo grupo como un miembro más. Se sientan, hablan entre sí y nos miran y saludan con familiaridad. Naturalizan así un espacio que se hace cada poco más próximo y más íntimo para embarcarnos en una historia que arranca una mañana con un diputado arreglándose la corbata y concluye con un hemiciclo en llamas. Este es el atípico escenario, ideado por Cecilia Molano, sobre el que Javier Hernando y Miguel Rojo (Los Bárbaros) nos proponen un montaje igualmente atípico más próximo en puridad al cuentacuentos que al teatro.

Siete actores nos narran una historia que, como la de Sherezade, es a su vez el germen de otras historias y canciones encadenadas. Una trama que se cruza infinitamente y sobre la que se superponen escenarios y personajes en los que nos deslizamos con entusiasmo infantil. Ante nosotros flautas, diccionarios con los términos cambiados, cucharitas con un agujero en el medio y muchos guisantes construyen un horizonte de fantasía que coquetea con una realidad brumosa en la que diputados debaten sobre el estado de la noción, sí noción. Es una invitación bella que reclama imaginación del espectador y una escucha activa, solo así podremos “entrar” en este cuento.

No obstante, guiados por Jesús Barranco, Rocío Bello, Cris Blanco, Elena H. Villalba, Diego Olivares, Alma P. Sokolíková y Macarena Sanz, es fácil dejarse ir y penetrar los márgenes de la narrativa para adentrarse en esta comunidad que rodea la hoguera. Su coreografía sobre el minúsculo escenario es sugestiva. Los actores intervienen por momentos como nuestros pares, meros espectadores, y por momentos como maestros de ceremonia. Sin fisuras, todos ellos componen un coro de voces que divierte, seduce y a veces emociona intensamente como los ecos de una nana.

El montaje es, en definitiva, una propuesta humilde que pone el foco en lo importante, la tradición oral y esa memoria popular que ha construido nuestra propia identidad desde niños y desde los orígenes del hombre con cuentos y canciones. Un espacio íntimo en el que las palabras toman forma inmaterial y se mueven con las sombras del fuego.

Obra infinita es una pieza atípica, imaginativa y deliciosa. Es un tributo al arte perdido de escuchar en comunidad y de imaginar individualmente. Las entradas están agotadas para todas las sesiones pero cada día liberan unas pocas, así que aun hay esperanza.

Crítica realizada por Diana Rivera

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES