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13.03.2023 Críticas  
Hagan algo útil, maten a un rico

Neva, de Guillermo Calderón, prorroga su estancia en El Umbral de Primavera de Madrid para seguir ofreciendo este juego metateatral, basado en personajes reales, sobre los conflictos personales que embisten a la creación y el desempeño artístico, y el ser como sujeto político.

Olga Knipper (Julia González Enríquez), la viuda de Chéjov; Aleko (David Hernández Vargas) y Masha (Marta Cuenca) esperan en un teatro de San Petersburgo al resto de la compañía, pero es 22 de enero de 1905 y la matanza del Domingo Sangriento ya ha comenzado. Los vértices de este triángulo comienzan un juego de lucha de poder, clase y compromiso, que augura un final tan violento como el que se está produciendo en las calles, que se saldó con unos mil muertos y ochocientos heridos.

Jorge Sánchez dirige a este elenco que, como muñecas rusas, se van tapando y destapando y solapándose unos sobre otros, en un exigente ejercicio con tanta capa argumental que produce confusión. Quizás es cierto que para un disfrute completo de este dispositivo escénico más de un visionado sea obligatorio, pero al menos con la primera representación a la que uno asista ya pueda quedarse con alguna de las partes que la conforman: elegir su matrioshka favorita.

El encierro en el teatro de Neva, cuando afuera todo arde me llevaba a la Comedia sin título de Federico García Lorca, y la infinita espera a Los días felices y Esperando a Godot de Beckett. Incertidumbre, inmovilidad, el deseo de salir y mirar pero terror a lo que uno se pueda encontrar o le pueda ocurrir. Ese universo de fantasía que comienzan a crear entre los tres sobre una obra que no será, creada por un muerto revivido por la memoria de Olga, en el cuerpo de Aleko y asistido todo ello por la pragmática Masha.

Mi matrioshka de Neva es quizás la más grande, la matrioshka madre que todo abarca y en la que todas caben, en la que se produce el enfrentamiento principal del ego de una actriz yerma (otra vez Lorca) contra su joven competencia, y la sombra del deseo insatisfecho en el burgués Aleko. Este jueguecito burgués como en Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos, en la que Masha no deja de ser vapuleado y usada, y que finaliza con su alegato político de alzamiento contra el privilegio y la toma de las armas, porque la palabra ya no es suficiente, condensa para mi el foco principal y más atractivo, aunque esto ya se haya hecho mil veces más en escena.

Los niveles sobre la validez del teatro en un contexto político, la responsabilidad de los actores en este aspecto, y el asunto de la interpretación: lo bueno, lo malo, lo natural, lo impostado, lo veraz, lo falso; esto para mi queda tras la cortina de humo de esa revuelta civil que ocurre en el exterior del teatro, y que es una excusa como cualquier otra para provocar el encierro. Neva es un ejercicio muy exigente para una audiencia que quizás no encuentra en la sala lo que podría esperarse. Toda una sorpresa, la verdad.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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