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13.03.2023 Críticas  
Pim, pam, Putin

Alfredo Sanzol cumple con su compromiso como director del CDN de Madrid de dirigir un estreno anual basado en un texto propio con Fundamentalmente fantasías para la resistencia. A pesar de su acertado casting y corrección técnica, el intento de comedia y reflexión sobre el poder de la ficción para hacer frente a la realidad trágica de Ucrania no consiga su propósito en las tablas.

Poco hay que añadir sobre cuán bárbara y cruel es la guerra que Putin comenzó el 24 de febrero de 2022 sobre Ucrania. Bombardeos diarios, ciudades destruidas, miles de muertos y millares de refugiados. Un conflicto que no solo se dirime en el frente, sino también en una retaguardia en la que se diseña la estrategia militar y política, y se anima, resiste y colabora con la actitud, las capacidades y los conocimientos personales. Ahí es donde, tal y como ha supuesto Sanzol, entra la cultura en juego. La imaginación y elucubración, la ficción y la visión que conlleva toda dramaturgia puede ser un buen método de digerir lo que está pasando, de evadirse de sus efectos más inmediatos y de proyectar un futuro en el que el dolor y la destrucción sean algo pasado.

Para ello ha concebido un grupo de ciudadanos de Kiev que, además, son integrantes de una compañía de teatro. Personas que ofrecen una triple faz. Individuos asolados por la amenaza, creadores en proceso de una realidad paralela y personajes de una historia que tiene como fin acabar con el tirano. De la reflexión a la evasión, de la toma de conciencia al humor, ese es el viaje y la ruta que une Fundamentalmente fantasías para la resistencia, la función a la que asistimos, con Pim, pam, Putin, el montaje de cuya producción y representación somos testigos.

Quien nos hiciera vibrar con La ternura y El bar que se tragó a todos los españoles ha hecho bien en adoptar un punto de vista cómico para afrontar la tragedia -para el realismo del drama y la tensión del thriller ya tenemos a los medios de comunicación y a los políticos-, pero se enreda en su conjugación de histrionismo, esperpento, absurdo y caricaturización. Las dos horas y veinte minutos de esta producción resultan saturantes con su horror vacui verbal.

Se lanzan palabras y vomitan diálogos en un sinfín verborreico que apabulla por su intención barroca pero nulo efecto estético y comunicativo. La chanza, la sorna y la sátira están bien intencionadas, pero apenas arrancan se desmoronan y suenan a intento fallido de trasladar a nuestros días el ingenio del Ser o no ser de Ernst Lubitsch o la agudeza de El gran dictador de Chaplin. Ni siquiera cuando se pone serio y metateatral, cuando coquetea con la intencionalidad universal y las fuentes clásicas del acto dramatúrgico consigue transmitir y emocionar, enredándose más bien en disertaciones que ni complementan ni contrastan.

Un panorama en el que la escenografía de Blanca Añón, la iluminación de Pedro Yagüe y el vestuario de Vanessa Actif cumplen su papel de generar un universo con coordenadas propias. Un mundo en el que, a pesar de todo lo dicho, Juan Antonio Lumbreras consigue brillar con su doble cometido como pamplonica y presidente de Rusia, y en el que este espectador se quedó con las ganas de haber visto a Natalia Hernández y Javier Lara desplegar todo su potencial. No siempre se disfruta yendo al teatro, me tomaré este Fundamentalmente fantasías para la resistencia como un peaje para valorar las muchas otras veces que sí he disfrutado, y espero seguir haciendo, en la butaca.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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