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17.02.2023 Críticas  
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El Teatro del Barrio de Madrid sirve de escenario para que Pepe Viyuela represente su trabajo llamado Encerrona; un espectáculo que concentra escenas de experiencias cotidianas que el actor transforma en momentos de reflexión.

El personaje de Encerrona vive la experiencia de quedarse atrapado en el escenario. Cuando entra en escena no sabe dónde se está metiendo pero el público recibe con entusiasmo y emoción a este estupendo payaso que atrae la miradas de los espectadores y espectadoras y la mantiene durante una hora y media, haciendo sonreír, en bastantes ocasiones reír a carcajadas, e incluso cantar una absurda canción. Encerrado en un teatro por alguien que no se deja ver y que de vez en cuando da instrucciones sobre lo que tiene que hacer.

Pepe Viyuela llega puntual con una maleta y con ganas de empezar esta obra que es fruto de varios años de trabajo constante en los que, tanto la directora – Elena González– como el actor, han ido construyendo, poco a poco, el personaje y sus múltiples peripecias con una guitarra flamenca, una silla plegable, una chaqueta rota o una escalera de tijera. Este último número, que es un tanto arriesgado, le permite dejar de manifiesto la espléndida forma física de la que goza.

Pepe Viyuela posee una frescura arrolladora y realiza un enorme despliegue corporal porque no para ni un segundo en toda la función. Llama la atención la gran inversión física que tiene que realizar sobre las tablas, por lo que se aplaude la ejecución de casi cada uno de los movimientos que realiza. Sin dudarlo, hay mucha preparación y compromiso detrás de las escenas que se van sucediendo y durante las cuales expresa a través de su lenguaje corporal todo tipo de emociones y actitudes. También logra establecer una relación fuerte y directa con los espectadores y espectadoras, ofreciendo una constante ruptura de la cuarta pared que se traduce en una conexión fluida y en una complicidad entre todas las personas presentes. Actor versátil donde los haya.

La espontaneidad es una característica extremadamente valiosa que todos tenemos cuando somos niños o niñas y que deberíamos cuidar pero, en cambio, con el tiempo se va perdiendo. El miedo a hacer lo que creemos que es correcto o lo que los demás esperan o piensan de uno mismo es un freno que Encerrona nos pone sobre las tablas para que reflexionemos. Qué maravilloso es cuando el teatro nos invita a la meditación y nos hace explorar la vida.

La escenografía es sumamente elemental y está compuesta por los objetos que el propio actor va sacando o guardando. Escenogrfía suficiente para este montaje que se basa en el poder del lenguaje corporal. La iluminación, sencilla y efectiva, también juega un papel importante en Encerrona.

Había escuchado tantas maravillas de Encerrona que temía que no se correspondieran con la realidad. Pero, al contrario, una vez visto el espectáculo puedo asegurar que en la cartelera del Teatro del Barrio hay un montaje extraordinario. Sólo queda rendirse.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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