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17.02.2023 Críticas  
El Roble

La Compañía Teatro Defondo llega al Teatro Quique San Francisco de Madrid con su premiado montaje Orlando de Virginia Woolf. Una adaptación que revive en clave de humor la novela homónima con vibrante versión y dirección de Vanessa Martínez.

Este montaje fue finalista de los Premios Max 2019 a la mejor adaptación teatral y resultó ganadora del XXI Certamen Nacional para Directoras de Escena, cuenta además con otros tantos galardones. No sorprende por tanto que la Compañía Teatro Defondo decidiera celebrar su vigésimo aniversario compartiéndola nuevamente en escena. Por otro lado, además de los abundantes y reconocidos aciertos creativos de esta versión, Orlando es en sí mismo una celebración de la libertad, el amor y la inspiración que justifican por sí mismo esta fiesta.

Orlando es pura fantasía. Un joven noble que se embarca en una travesía vital en la que recorrerá cuatrocientos años. Desde la Inglaterra Isabelina hasta los albores del siglo XX, Orlando atraviesa épocas, monarquías, guerras, geografías y se enfrenta a transformaciones que incluirán su propio cambio de género de hombre a mujer. Un trayecto de siglos impulsado por la búsqueda de la propia identidad y movido por tres estímulos: el amor, la curiosidad y la literatura. Tres elementos que confluirán en “El Roble”, la obra que Orlando gesta durante su larga existencia y que, como el árbol, crecerá lentamente mientras las épocas a su alrededor se transforman.

Dramatizar una novela sin diálogos es meritorio, pero desarrollar un juego escénico dando una voz propia a los personajes y planteando una comedia viva, demuestran la premiada pericia de su directora y adaptadora, Vanessa Martínez. La transformación, como búsqueda de la identidad, es la principal premisa de la obra por ello su directora nos propone un montaje que se mantiene en un permanente desarrollo: los actores mutan, los escasos elementos escénicos mutan y la narración fluye.

Este movimiento escénico tiene singular interés en las interpretaciones de Gustavo Galindo, Pablo Huetos, Pedro Santos y Rocío Vidal (en alternancia con Gemma Solé). Todos ellos intervienen como el nexo narrativo de la obra. Son los biógrafos de Orlando, pero también todos los personajes secundarios y no tan secundarios de la vida del protagonista. Sus apariciones elevan inmediatamente el tono cómico y propician una suerte de interludios o inflexiones en las que un humor agudo explora los límites del lenguaje y de la expresión corporal, recordándonos por momentos el absurdo de los Monty Python.

Frente a ellos se encuentra Carolina Rocha como Orlando, representando este ser andrógino que explora los límites del amor y el desamor en busca su propia voz e identidad. Su interpretación mantiene el pulso de este personaje complejo aunque indefectiblemente se ve eclipsada por la potente presencia escénica del coro de biógrafos y secundarios que secuestran nuestro interés a veces en detrimento del personaje principal.

El equipo artístico ponen el elemento final que completa esta fiesta. La escenografía viene auspiciada por el gran Alessio Meloni que nos propone un espacio dominado por los libros, materializando así el viaje metaliterario de Orlando. Nos sumergimos en una escena que se transforma al ritmo de preciosas proyecciones, subrayadas por la música de Andreas Prittwitz, que conducen la narración y matizan ese universo imaginado.

El Orlando de Teatro Defondo es ágil y divertido. Como la novela explora tabúes, límites y géneros pero lo hace desde una perspectiva profundamente lúdica que solo en su final adquiere gravedad. Imaginamos que es la gravedad que tienen en el fondo todos los finales. Como el Roble ha crecido silencioso y solo a su término, con la distancia del tiempo, uno es capaz de percibir sus verdaderas dimensiones.

Crítica realizada por Diana Rivera

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