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06.02.2023 Críticas  
Hermosa y blanca decadencia

Estreno absoluto en el Teatro Real de Madrid de Arabella, una poco conocida ópera de Richard Strauss que inunda de una blancura claustrofóbica todo el teatro. Una ópera que fluye delicada y que deja un muy buen sabor de boca en el espectador.

Siempre es un lujo descubrir nuevas óperas, ya sean estas de autoría contemporánea o como en este caso de Richard Strauss, al que se le conoce por su inmortal “Así hablo Zaratustra”, pero que cuenta en su haber con un legado de composiciones que marcaron el devenir de la música europea de principios del Siglo XX. Vivió en el periodo de entre guerras y sufrió el auge del nazismo. Arabella, ambientada en Viena, nos lleva a una Europa atenazada, encerrada y en decadencia.

Arabella es por encima de todo una muy bien contada historia de amor. Con unos personajes que esconden lo que son, obligados por los rigores de la vida, que buscan sobrevivir como pueden. La protagonista, cortejada por tres hombres distintos, pero que cae rendida ante la presencia de un adinerado pretendiente de primeras desconocido, que no duda en repudiarla ante la más infundada duda.

La orquesta dirigida por el maestro David Afkham suena perfecta, con esas melodías continuas, con gran protagonismo de las cuerdas, generando una atmosfera de tremenda belleza. La acertada dirección de Christof Loy, que se divierte de lo lindo caricaturizando a la burguesía vienesa, en un juego de apariencias y arribismos, especialmente en el papel de los progenitores de Arabella. Apoyado en una bella escenografía de Herbert Murauer, escenografía de las que se recuerdan por su impacto visual dentro de una sencillez estremecedora. Un cubo blanco, impoluto y apabullante, en el que se descubren estancias, pasillos, descansillos, puertas, baños, salas de baile. Un juego de viñetas que se esconden y se van descubriendo. Líneas limpias, geométricas, puras.

El elenco está en una sintonía y equilibrio envidiables. Sara Jakubiak llevando el peso del papel protagonista está sublime en todo el recorrido vital de esta mujer confundida, pero que busca el amor desesperadamente, que quiere ser amada y entendida. Destaca también la soprano Sarah Defrise en el papel de Zdenka, un complejo papel que enamora desde el principio y enternece hasta el final. En la parte masculina destacar la presencia de Josef Wagner como Mandryka. El resto de participantes están todos en un alto nivel de excelencia. Acompañados por el siempre certero coro del Teatro Real. Todo el conjunto es de una elegancia magnética. A pesar de ser una ópera de una considerable duración, el tiempo pasa rápido, no llegando a pesar en ninguno de los tres actos.

Toda una muy agradable sorpresa descubrir esta Arabella, y además hacerlo con una más que notable nueva producción del Teatro Real. Producción que merece ser revisitada en más de una ocasión y de las que crea audiencia.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau.

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