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01.02.2023 Críticas  
Decadencia

Decadencia de Steven Berkoff, con versión de Benjamín Prado, llega al Teatro de la Abadía de Madrid bajo dirección de Pedro Casablanc; quien también la protagoniza compartiendo escenario como Maru Valdivieso. Una sátira acre en la que se desnudan las miserias de una aristocracia frívola y clasista.

En Decadencia asistimos a la interminable noche de fiesta de una pareja de aristócratas que rellenan el vacío de su inanidad con sexo, alcohol, comida, críticas afiladas y digresiones. Dos privilegiados que lo tienen todo y para los que sin embargo nada es suficiente. Paralelamente, otra pareja improbable nos escupe el anverso de ese mundo clasista a través de la mirada de un vividor sin escrúpulos dispuesto a sacar provecho de sus miserias y debilidades.

Steven Berkoff nos presenta un retrato inmisericorde de una clase sin principios ni límites, entregada a su mero disfrute. Pero también radiografía las miserias intelectuales de quienes ansían alcanzar ese estatus. Con un humor oscuro nos coloca frente a un espejo mordaz, de nitidez dudosa en el que no podemos dejar de reconocer nuestro propio reflejo aunque éste sea borroso e impreciso. Por otro lado, ese espejo figurado se materializa en este montaje. Un inmenso espejo, que ocupa todo el fondo escénico, nos sumerge a nuestro pesar en ese mundo decadente. Desde nuestra butaca nos convertimos involuntariamente en protagonistas y espectadores. Somos observadores observados a través de ese reflejo incómodo que también nos juzga.

Benjamín Prado ha realizado una minuciosa labor en la versión. Subrayando la comicidad del texto original, de humor difícil, intercala pareados que conduce a los personajes a proyectar una imagen de sí mismos más paródica, esperpéntica y desnaturalizada. Sin embargo este juego textual apoyado por la notable interpretación de ambos protagonistas, nos conduce desde la observación reflexiva inicial a una risa inevitable que aflora a nuestro pesar y de algún modo incluso nos escandaliza.

Pedro Casablanc y Maru Valdivieso mantienen el pulso interpretativo con cuatro personajes ásperos y un texto crudo que no se dice, casi se escupe. Un diálogo en el que se oculta un monólogo que nos rebota en ese espejo de vanidades para interpelarnos y avergonzarnos. Ambos realizan un trabajo notable para mantener nuestra entrega ante un texto ingrato. Los dos actores bailan, más que desplazarse, en un salón de baile de una elegancia desfasada que Sebastià Brosa y Silvia De Marta han ideado y que Juanjo Llorens ilumina con premeditada decadencia. Todo nos mantiene en ese ambiente sexualizado en el que los protagonistas parecen ser infieles por puro aburrimiento. En el que todo pretender provocar pero en el fondo resulta inane, vacío, como son las vidas de sus protagonistas. Un escenario en el que nada puede ocultarse y cuyo reflejo nos advierte de nuestras propias debilidades.

Decadencia es una obra dura. Nos plantea un retrato incómodo de una sociedad sin ética ni principios morales a través de un texto interesante, pero en el que cualquier atisbo de belleza es mera sombra. Es un diálogo crudo entre hombres y mujeres que no tienen más objetivo vital que el de calmar sus propios sentidos abotargados. Pedro Casablanc y Maru Valdivieso componen este retrato cruel que más que nunca nos mira a los ojos y nos persigue cuando el telón ha caído.

Crítica realizada por Diana Rivera

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