El Teatre Nacional de Catalunya en Barcelona acoge el estreno de Uppgivenhet; una obra de A.K.A. Teatro escrita por Daniel J. Meyer, dirigida por Montse Rodríguez Clusella e interpretada por Quim Àvila, Biel Castaño, Pau Escobar y Diana Gómez.
Uppgivenhet cuenta la historia de cuatro jóvenes cuyas vidas se entrecruzan. Ivan y Petar llegan a Estocolmo ilusionados, buscando una ciudad que los acoja. Inge trabaja en un «centro de inclusión» sueco donde recibe a los recién llegados con la convicción de que así construye una sociedad más multicultural. Tarik lleva años disfrutando de la generosidad y el bienestar nórdico y colabora con Inge animando a quienes acaban de llegar a crear una nueva historia. Estos cuatro jóvenes lucharán para que ese cambio sea una realidad. ¿Pero cuánto tiempo se puede mantener una esperanza? Definitivamente vivir es no perder la esperanza.
Dani J. Meyer vuelve a entregarnos un texto arrebatador que encoge el corazón. Tras su gran éxito, AKA (As Known As), Meyer afila su lapicero para hablarnos, con una prosa cargada de artillería, de los centros de inclusión para jóvenes refugiados.
Ambientada en Suecia, Uppgivenhet nos incluye como oyentes en el primer día de presentación de un centro para recién llegados. Aunque la bienvenida que nos ofrecen parece formal y con ánimo de que nos sintamos integrados en una sociedad abierta, notamos que es carente de calidez y empatía -la frialdad de los país nórdicos es altamente discutida por todos-. Un inicio inteligente por parte de su autor de meternos, a todos nosotros, oyentes en esta presentación, de lleno en la historia. Estamos allí como refugiados. En nuestro primer día en un país que nos es totalmente desconocido. La persona que nos da la bienvenida, Inge, parece haberse aprendido el texto al dedillo. Incluso sus movimientos, característicos de un robot, están totalmente medidos para hacernos sentir acogidos pero, obviamente, ni comprendidos ni amados. Meyer nos muestra así una realidad en la que no recabamos atención si no formamos parte de ella. La frialdad de la acogida es palpable en el ambiente y el doble rasero del bienvenidos flota en un ambiente algo hostil que notamos desde el primer minuto. Todo lo que se dice en escena tiene una importancia medida al aliento que respira el público. Frase a frase, el Meyer nos muestra que el mundo de acogida que idealizamos puede no ser tan perfecto como parece.
Por su parte, la dirección de Montse Rodríguez Clusella danza al unísono de un texto que demanda una dirección firme pero serena. Una dirección actoral que quiere que notemos el subtexto que continuamente se respira: «vosotros no pertenecéis aquí». Pero que, a su vez, veamos como se nos tiende la mano para ofrecernos una ayuda recortada. Su control del ritmo escénico es perfecto para que el respetable no divague y quede atento de lo que ocurre en todo momento. Ni los constantes cambios de situación, ni la continua rotura de la cuarta pared, deshacen esta atmósfera de atención continuada y necesaria para el espectador.
El binomio Meyer/Rodríguez funciona como un reloj suizo (que no sueco) desde hace años y, se nota que ambos se entienden a la perfección para llevar sobre el escenario historias que nos hacen pensar durante días.
En la parte actoral, destacar el gran trabajo que realizan Quim Àvila, Biel Castaño, Pau Escobar y Diana Gómez. Los cuatro interpretes llevan sus personajes al extremo en un in crescendo continuo que incluye cambios de perspectiva, aceptaciones y crecimiento constante de sus personajes.
Quim Àvila nos presenta a un Tarik cuya vida en Suecia ha empezado a acomodarse tras recibir el permiso de asilo. Poco a poco, irá descubriendo cosas de si mismo y de la sociedad que lo rodea que no esperaba.
Diana Gómez nos presenta a una Inge llena de prejuicios y convicciones muy marcadas. Un personaje que, en ocasiones, se nota robotizada, fría y sin empatía. Aunque ella piensa que hace todo lo que puede por los demás y que su papel en el juego es importante, se dará cuenta que hay una vida más allá de lo que ellos muestran. Esto hará que se replantee todo lo que conoce; incluso su propia personalidad.
Pau Escobar nos presenta a un Ivan desconfiado y siempre atento a todo lo que pueda pasar. En su huida de la antigua Yugoslavia con su hermano pequeño, Petar, él ha sido el encargado de insuflarle esperanza por una nueva vida; escondiendo todos los problemas a su hermano. Aun así, esta esperanza no es (valga la redundancia) esperada por su persona.
Por último, Biel Castaño nos presenta al joven, jovial y cariñoso Petar. La ilusión por una nueva y excitante vida le ha ayudado a ver en verde esperanza una agobiante travesía hacia un nuevo hogar. Aunque su hermano no quiera dejarse llevar e integrarse, él sabe que los van a ayudar y que todo será mejor a partir de ahora.
En la parte técnica, destacar la escenografía en tonos grises y llena de recovecos creada por Anna Alcubierre, que nos traslada de un escenario a otro rápidamente; la fría y dura iluminación ideada por Ganecha Gil, la cual nos ayuda a ver este «refugio» en un ambiente más carcelario que solidario; el perfecto vestuario de Míriam Compte y el movimiento creado por Guille Vidal-Ribas que ayuda a entender la psique de los cuatro personajes en un abrir y cerrar de ojos.
Acudir a ver un espectáculo creado por la compañía AKA Teatro es una apuesta segura. Historias cercanas y reales, interpretaciones sublimes, calidad en todos los aspectos técnicos y interpretativos… No dejan cabo suelto para que cada una de sus historias, bien hiladas y apuntaladas, calen bien hondo en el espectador. Y Uppgivenhet no es una excepción.
Crítica realizada por Norman Marsà