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13.01.2023 Críticas  
Frente al espejo de sí misma

Fernanda Orazi se estrena en la dirección teatral llevando al Teatro de la Abadía de Madrid una muy personal visión del personaje clásico de Electra. Una aventura arriesgada y dialéctico en la que cuenta con el buen hacer Carmen Angulo, Javier Ballesteros, Leticia Etala y Juan Paños.

Los griegos de milenios atrás sentaron las bases de quiénes y cómo somos, de nuestra concepción del mundo y de cuáles son los excesos máximos en que podemos vernos involucrados. Las ficciones de sus mitologías parecen estar a años luz de la realidad, hasta que de vez en cuando las secciones de sucesos de prensa, radio y televisión materializan historias que creíamos solo posibles en la imaginación de literatos como Sófocles o Eurípides, autores que vivieron en el s. V a.C. y que dieron carta de identidad al personaje de Electra.

Un rey, Agamenón, que combate lejos de su casa y sacrifica a una de sus hijas, Ifigenia, para tener a los dioses de su lado. Un monarca que vuelve con su amante y ambos son asesinados por Clitemnestra, la mujer a la que había dejado atrás. Acontecimiento que han de digerir los dos hijos de Agamenón y Clitemnestra, que siguen vivos, Orestes y Electra. Con la circunstancia añadida que, durante muchos años, el niño Orestes estuvo en paradero desconocido hasta que retorna a su hogar con la misión de vengar la muerte de su padre. Misión e intención que comparte con su hermana.

Esa es la narración que toma como punto de partida Fernanda Orazi para proponer un juego teatral en el que lo que se expone es tan importante y protagonista como la manera en que lo hace. Un juego formal donde la palabra, la retórica y la elocuencia son tan estéticas como la expresiva y precisa iluminación de David Picazo, y tan envolventes y sugerentes como el espacio sonoro de Javier Ntaca. Luz y sonido creadores de una atmósfera que nos llevan al otro lado de la realidad para situarnos en la abstracción, el desconcierto y el maremágnum de las emociones en el que nada es lo que se intuye, todo es mucho más de lo que parece y cuanto es, podría no ser.

El montaje que Orazi nos ofrece tiene es narración, ensueño y dialéctica. Aúna lo que ocurrió, la vivencia interior y la agitación de lo etéreo que transitan aquellos que se ven superados por lo que les ha tocado vivir y digerir, gestionar y superar. Una confluencia en la que no siempre es fácil dilucidar qué está ocurriendo y cuya clave está en dejarse llevar. Primero sentir y después concretar. Las sensaciones están antes que las percepciones, lo que nos supera y domina antes que lo que concretamos y controlamos racionalmente.

Un resultado logrado por la multidifusión oral en que Angulo, Ballesteros, Etala y Paños se unen, complementan y superponen conformando un torrente complejo y desconcertante, a la par que hipnótico y trascendente. Cuatro intérpretes excelentes también en su presencia y movimiento por un escenario minimalista, en transitar de la comedia a la tragedia en un fluir que encadena y difumina las fronteras entre un género y otro. Un viaje en el que se salta la cuarta pared intentando que la platea no sea solo un espectador necesario, sino también un cómplice que le acompaña, arropa y alienta.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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