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28.12.2022 Críticas  
La Catalunya que hizo las Américas

La propuesta, más que interesante, que ofrece la sala La Villarroel de Barcelona estos días (y hasta el 5 de febrero) es Amèrica, una historia sobre riqueza y esclavos, escrita por Sergi Pompermayer y con Julio Manrique en la dirección.

Amèrica trata sobre el pasado de algunas familias de la alta burguesía catalana, enriquecidas a través de la venta de esclavos, desde una perspectiva actual con flashbacks del pasado. Es una obra completa, donde también hay lugar para hablar de los microrracismos o de la afectación en la familia del salto generacional.

Pompermayer ha creado una ficción, documentada con historias reales, en la que habla de un asunto tan duro y a la vez tan delicado como es el tráfico de esclavos negros ocurrido durante el siglo XIX y como eso influyó en el status de esas familias y en su forma de ver y vivir la vida. No es su intención (ni la de Manrique) la de sermonear al espectador, porque como decía recientemente el director en una entrevista, no es un teatro panfletario el que pretenden hacer, pero sí dar visibilidad a un hecho que muchos desconocíamos sobre Catalunya. Es por ello que el texto, a pesar de la dureza en algunos momentos, también contiene comedia. Porque no hay nada mejor que hablar de los errores de uno mismo con sentido del humor.

La obra se recrea en la casa, en la zona alta de Barcelona, de esta familia con flashbacks a la casa de la familia en Cuba. Manrique, con la ayuda de Xavier Ricart en la dirección, consiguen acercar al público a ese espacio íntimo con una escenografía (de Alejandro Andujar) desnuda, con tan solo una mesa de comedor central. Poner y quitar la mesa, o cenar y servir el vino son los vehículos para que vaya transcurriendo la historia. Y, como ya es habitual en el teatro “Manriquiano”, la iluminación, los audiovisuales y el espacio sonoro de Jaume Ventura, Francesc Isern y Damien Bazin forman parte de la escena y de la historia. En Amèrica ayudan, sobre todo, a realizar las transiciones entre presente y pasado con un protagonismo justo, nunca excesivo.

El trabajo actoral es magnífico. Siendo que Joan Carreras siempre acapara la mayor parte de mi atención en todas las obras en las que trabaja y siendo que, una vez más, realiza un trabajo excelente aquí, como el ‘malo’ de la película, no sería justo no rendir los honores que se merece Mireia Aixalà, quien interpreta a Cristina, su esposa pija, naïf e incluso algo (aparentemente) simple y superficial. Aixalà nos ha dado en estos últimos tiempos buenas y destacables interpretaciones como en L’habitació del costat, Una història real o Les tres germanes (en la que para su personaje realiza una transformación total). En Amèrica, la Aixalà aparece crecida desde el minuto 1, en el que ya empieza por todo lo alto, con gesto de señora de las que beben nada más levantarse y de mujer florero, pero que a medida que la historia avanza se transforma convirtiéndose en un personaje de matices y capas más profundas de las que inicialmente aparenta.

Tamara Ndong, quien interpreta a Kayla, es un gran descubrimiento para mí. Elegida a través de casting, Ndong está a la altura de la obra y de un director como Julio Manrique o actores de la talla de este elenco. No quiero desvelar nada de su trabajo porque creo que vale la pena que, sencillamente, se lo encuentre el espectador directamente. Y no puedo dejar de mencionar la extraordinaria intervención de Carme Fortuny. Nunca un papel con menos líneas había sido tan relevante. La Fortuny, magnética cuando está presente. Cada uno de sus momentos en la obra son magníficos. Te hace reír, te da tortas de realidad y Amèrica no sería igual sin su Andrea.

Completan el elenco Marc Bosch y Aida Llop, que también hacen un trabajo estupendo en una obra en la que la calidad de los actores está totalmente a la altura de un texto espléndido y una perfecta puesta en escena.

Con Amèrica, una vez más La Villarroel apuesta por un teatro contemporáneo de máxima calidad. Un trabajo conjunto de Pompermayer y Manrique para entretener al público catalán, pero a la misma vez para mostrar temáticas que no deben caer en el olvido de la memoria colectiva si queremos evitar que actitudes execrables que podrían llegar a ser similares se repitan hoy. Y es que, las tragedias en el teatro son vida para el espectador.

Crítica realizada por Diana Limones

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